Ventanas

 
foto: Tatiana Garcia Marquez

foto: Tatiana Garcia Marquez

Lo más impresionante era mirarle a los ojos después de saber que su marido se lo había sacado a patadas. Estábamos conversando del calor, del precio de los jabones que traía vendiendo y yo no podía dejar de mirarla y pensar que fuerza tan terrible tenía esa mujer, para pasar por encima de todo y aún vivir en la misma casa, dormir en la misma cama y dejarse tocar por las mismas manos que hicieron asimétrica la perfección de su cara. Porque ella era preciosa, tenía un color marrón en la piel ,pero no era un color marrón cualquiera, algo de rojo le hacía relucir en el sol como si hubiera sido esculpida en bronce. Ella seguía hablando de su negocio y yo no podía ni pestañear. Mi amiga me sacó del letargo con el codo y le pregunté sin medios términos, como pudo regresar a su casa después de aquello y con el mismo hombre que le había hecho eso. Mi frescura provocó que ella fuera igual de sincera que yo. „bueno, primero… no tengo familia aquí, nada más que mis dos hijos y prefiero que me mate, antes de llevarlos al infierno de donde vengo. Y ademas yo no tengo ni un kilo así que me levanto todos los días y con el ojo que veo, miro donde piso y lucho por mí y por mis niños y en el otro lado tengo una ventana“ La imagen me pareció maravillosa y no pude hacer otra cosa que sonreír y preguntarle como era aquello. „Mira yo veo lo que quiero, cuando quiero a través de esta“ con el dedo índice se apuntaba el ojo de cristal, que era mucho mas grande que la cavidad y en ese momento yo dejé de ver la cicatriz y la bola de cristal, para descubrir un mundo dentro de ella. Y continuo diciendo „ Desde esta ventana veo cosas que me hacen reír, cantar y bailar… y así voy llevando la vida“. Aquella conversación fue tan reveladora que nunca la he olvidado. Años después fui yo la que puso la ventana en el medio del pecho cuando tomé la decisión de irme a otro país, donde no entendía la lengua, también dependía económica y socialmente de una persona que jugó con mis debilidades, intentando mutilarme emocionalmente  y fue esa  ventana la me dio fuerzas cuando todo parecía perdido. 

Hace poco tuve una clienta que buscaba el vestido adapto para bailar un tango. Yo me puse eufórica porque todo lo que sea danza y creatividad me apasiona, así que empecé a buscar alternativas como una loca, corriendo por toda la tienda. La mujer me pidió que me calmara, ya estaba suficientemente nerviosa pues seria su primera vez. Con el ánimo de calmarla, comenzamos a hablar y me contó que su camino al baile fue por razones puramente terapéuticas. Venía de un divorcio muy complicado, después de casi 20 años de matrimonio, mucho más complicado. En busca de su propio yo, encontró el tango. Debería ayudarla a sacar a la mujer sensual y expresiva que había sido un día. Esa semana seria su primera presentación en público. Llevaba solo tres meses bailando y el profesor la encontraba a la altura del evento,  pero el miedo le decía que no. Entonces le hablé de la ventana, la que hace que del otro lado este la gente que tú quieras o una pradera. Del otro lado nadie cuestiona, hay olor a lo que te de la gana incluso sabores, si así quieres. Le hablé de lo liberador que es abrir esa ventana escuchar tu voz diciendo si puedes y atraes de ella puedes cantar o gritar a tu antojo. Ella me escuchaba con cara de „esta ha fumado algo“ y se fue, como tantas otras clientes que me escuchan y escapan de mis palabrerías. A las pocos días estaba en la caja y entró la misma clienta, esta vez la eufórica era ella. „Lo de la ventana funciona, gracias, fue un éxito, miles de gracias“ Nos reímos ambas y volvió a desaparecer. Ojalá pudiera contarle a la vendedora de Centro Habana que su sabiduría sigue salvando gente, que no estaba loca y que no fue en vano.