un corcel pa mi

 
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Que levante la mano quien no ha tenido en una noche de calentura, en una tarde de frustración, la ilusión de ver entrar por la puerta a su príncipe azul en un corcel blanco o un Ferrari rojo. Yo particularmente conocí el término bastante tarde. Aunque ya tenía mi versión caribeña del concepto, chancletee mucho la Habana y sus provincias aledañas perfeccionando la ilusión, dándole nuevos perfiles y matices al príncipe que con los años, fue además, tomando otros títulos nobiliarios.

Yo quería que tuviera el cuerpo de Adonis, no el muchacho que traía los mandado a mi casa, sino Adonis el de Rodin. Ni muy alto ni muy bajito para yo lucir mis dotes a su lado. Con mas cuadritos en el abdomen que una tableta de chocolate, los brazos de un carpintero, la piernas de un atleta olímpico y el cuarenta y dos y medio de pie, porque la vida es para disfrutar no para sufrir. El físico de mi príncipe, lo tenía visualizado al dedillo. Unos rizos en el pelo como acabado de salir de la peluquería, con olor a suavizador y todo; mirada negra, profunda; la voz de locutor de radionovelas, con un vocabulario cervantino mezclado con arrabalero, porque a todas nos gusta un poco de chusmería y folklore, con su respectiva medida. El color de piel debía ser entre indio taíno y Taureg del Sahara. La calma de un filósofo griego, la ternura de un biólogo marino, la cabalidad de Alfonso Quijano, la elocuencia de Cortazar y los malos vicios de Robertico mi vecino. Ese era un dios expulsado del Olimpo, de su casa no salían olores a frijoles ni en semana santa, pero la música de los gemidos de su esposa tenía a medio barrio embobado. Por último y no menos importante, debía ser rico. No que tuviera solvencia económica, no, rico podrido en dinero. Ahí fue que descubrí los peligros de la polisemia para nosotros castellano-parlantes. Yo lo pedí que fuera rico, y me lo mandaron que estaba rico. Era de entender con tanta palabrería para la descripción física y tan escueta para de las condiciones económicas. 

Llegó el dos mil, la larga lista descriptiva de mi príncipe azul se vio, como la situación de todo un país, reducida a „alguien con quien la pasaba bien y le interese la realidad tan poco como a mi, saludable y sin deudas“ . Al pasar de los años veo que era el síntoma principal de mi baja autoestima y mi necesidad de recibir afecto. Hoy, casi dos décadas después, con unas cuantas horas de psicólogo a la espalda, tras haberme reencontrado con muchas lágrimas, rehice la lista, le quité un par de elementos que de verdad no me eran tan indispensables y puse otros que no hay diablo que me los cambie. Esta vez sustituí la fantasía del caballo y el color añil, mezcla de Disney con manteca de maja que tenía en la adolescencia por el compañerismo con „sexapil“, que es lo que al final del cuento a mi me interesa.

Esta tarde venía de regreso a casa y en la estación me pararon dos muchachos muy jóvenes, y me preguntaron que si yo hablaba italiano.- Por supuesto-, les respondí. A la segunda palabra y luego de haber visto tantos jineteros en mi vida, tantos documentales de criminalidad y naturaleza, y a mi misma luchando por la supervivencia, les pregunté que querían realmente y me dijeron que ayuda para llegar a Milán. Según yo, eran parte de una red organizada de estafadores que me vieron a mi, una mujer cuarentona, sola  en una estación de trenes y se afilaron los dientes. La historia se las cuento porque tras un par de palabras me preguntaron la edad y me dijeron que me veía muy bien. Eso lo sé yo, lo interesante es que tras la negativa de la limosna absurda, uno de los muchachos me dijo que se había quedado prendado conmigo y que la edad no era un problema, porque él ya había estado con una mujer de treinta y ocho primaveras. Casi le suelto la carcajada en la cara. 

Recordé mi lista del Principe azul y pensé que la lista de requisitos de la susodicha mujer había sido también compactada posiblemente por las circunstancias y muy probablemente ella y su lista se encontraban en mantenimiento o re-elaboración. 

-A ver chamaco, tú eres de no sé donde, pero yo soy cubana. Como te explico, a mi no me trajo ninguna cigüeña a Europa, aquí llegué yo sola. Qué tú quieres, dinero? No tengo - Entonces dijo desfachatado - Te quiero a ti. - Malas noticias, tú crees que una mujer como yo está sola y a tu alcance?- Que sabor mas rico en la boca, decirle a un tipo que ve solo tu corcel y no tu corona, que no da pie en el mar de su codicia. Les reviré los ojos como hacen los niños y salí como bola por tronera. Ellos por suerte me dieron por loca, porque les había hablado como si fuera Cindy Crawford o Carolina de Mónaco. Yo me fui a resguardar a donde habían más personas, porque no soy ninguna luchadora grecorromana para luchar contra la juventud y la ignorancia, pero me hicieron pensar en tantas cosas. Por ejemplo en las negociaciones a la que llegamos para sentirnos queridas o en brazos de alguien que a lo mejor sabe fingir muy bien lo que es el amor. Y no juzgo, yo misma reduje mis expectativas y las he modificado mil veces porque cada día cambiamos y la vida nos conduce por caminos escombros, lúgubres y maravillosos. 

Siempre les digo a mis clientas que disfruten el momento estético que viven, que se tiren fotos para que luego rían o se lancen piropos. Tenemos fases llenas de colorines, de tonos oscuros y de apretaderas, lo importante es descubrir cuales son los detalles con los que nos transigiremos. Lo importantes en nuestras lista, para con nosotras, se refleja automáticamente en el carácter de todo los que nos rodean. Somos espejos y eso nos protege de los charlatanes y nos evita el dolor de enfrentar la vida al lado de quien mal nos quiere. Ser la príncipe azul de ti misma debería ser la parte mas divertida, para luego darle espacios al caminante que quiera compartir tu paso.