vestido de novia tres
¿Me quieren ver corriendo de un lado a otro sin norte? Que entre una clienta buscando un ajuar para ir a una boda. ¡Caridad del cobre! Yo que firmo con la facilidad de una secretaria poseída por el tic del cuño y el comprobante. A mi que me da lo mismo firmar un contrato de trabajo, un divorcio, que una donación de órganos. Decir boda es decir cielo.
Cuando aceptas la invitación a una ceremonia del género, debes preguntarte que tanto crees en el mito y cuánto de peso le das al rito. Parece un juego de palabras pero no lo es. De ahí saldrá el tamaño de la inversión financiera y de tiempo que dispongas. Yo personalmente no creo en el mito, pero eso de los rituales, los cantos, las ceremonias, los bailecitos en grupo acompasados como en una fiesta del areito, me gustan más que el café claro con pan por las mañanas. Además de invertir mis dineros y fantasías estéticas en la carrocería y la pintura, pongo un montón de energía en la selección del regalo para estar a la altura del momento histórico.Una buena presencia con un obsequio que represente los deseos para con los enamorados fue, es y será, un acto de respeto. Yo daría lo que no tengo porque me invitaran a cuanto evento, pecaminoso o no, que existiera, porque no creo en el amor romántico para mi, pero eso de los momentos mágicos de los demás, estilo novela turca o película de navidad, me voy en lágrimas. Pero tengo una suerte, he estado oficialmente invitada solo en las fiestas de dos familiares muy estrechos y del resto solo he visto las fotos. A lo mejor es muy evidente mi ansiedad o presumen el mal comportamiento por falta de costumbre. Se podrán imaginar que tengo hasta una pequeña guía ilustrada para esto. Lo primero y más importante „esta prohibido quitarle el protagonismo a la novia“, esto incluye vestuario y pasillo de baile. Si la conoces sabrás todos los esfuerzos que ha tenido que hacer la pobrecita para llegar viva a ese momento llena de nervios y contratiempos porque según todos los cuentos de hadas, los prospectos de medicamentos y las recetas de cocina, ese tiene que ser por fuerza, el segundo día mas importante de su vida. El primero es ser madre, así que aun muriendo de envidia o rabia, reserva tu sex-appeal y compórtate. Si no te has casado o tienes hijos, machúcate el dedo gordo con el mortero y estudia. Pero no te preocupes puedes compensar tu inadaptabilidad social si te conviertes en doctora en ciencias exactas, pilota de una nave espacial o en una médico de renombre. Segundo, ni muerta te vistas de blanco, así sea en Pinar del Rio o en Bombay, ese color no te pega, aquí usted de blanco no lleve ni los dientes. Recuerda cuánto pecado hayan cometido tus antepasados y avergüénzate. Si es posible cómprate alguna prenda verde botella, alegórico a la esperanza. Tercero, el escote es solo para demostrar que tienes las glándulas mamarias allí de adorno, pero nada mas. La zona sacro es para apoyar la mochila y de la rodilla no hablemos, mantén el dobladillo controlado que para enseñar cuerpazo ya encontrarás espacio en el calendario. Ese trapo de reina egipcia que resalta hasta la curva que no tienes, regrésalo al armario y como alternativa ponte un pantalón campana con una blusa de vuelos.
Como buena vendedora e interesada investigadora novel de antropología y sexualidad, me preocupo por la actitud de mis clienta ante la institución del matrimonio. Unas apoyan el concepto tradicional de la unión nupcial por cuestiones puramente administrativas, para ellas un vestido con bolero, y otras por la fiesta, para estas las faldas largas holgadas y las blusas básicas con motivos florales. Yo soy parte del segundo grupo. Pero como me encanta ir a la inversa, no me invitan a las bodas, las flores no me pegan y doy lo que no tengo por ser la protagonista de la fiesta, pues no me ha quedado mas remedio que casarme un par de veces.
Mi primera boda fue una formalidad para me que otorgaran la cerveza y poder alquilarnos un fin de semana en un hotel. Los que no conocieron la Cuba de hace unos años les parecerá algo surrealista como motivación, pero entonces hacíamos añicos las tradiciones para jugarle cabezas a un gobierno que nos exigía austeridad y control. Yo no había tenido fiestas de quince y mis deseos locos de ponerme un vestido de princesa se tenían que hacer realidad. La segunda boda fue como reacción a mi apatía por el concepto romántico del amor. Entonces decidí creer que si dolía era verdadero, que si había que matar a tres dragones en una aduana, saltar el balcón del atlántico en un Boing 777 y despertar tras un beso de ansiolíticos y opiáseos, pues seguro era la vuelta buena. Esa vez me puse el vestido de una amiga, mas corto, igual de blanco, pero con la espalda afuera, despejando espacio allí donde luego sería por la vida apuñalada.
Paso el tiempo y paso un águila sobre el mar. Cuarenta y cuatro primaveras y nunca antes he creído más en los sueños que ahora. He visto a amigas reírse de los arquetipos, enfundárselos y estallar de emoción. He visto el dolor de amigos ante un final del cuento cuando estaba a punto de empezar, mientras aun entre los dedos de sus pies se escurría la arena de una ceremonia nupcial en una playa caribeña. Entonces pienso en el presente que no tiene que ser siempre tan realista o cruel y me alisto, cargo mi espada, sacudo el miedo del desaliento, me pongo como me de la gana y recuerdo que un día deseé fuerzas para volver a amar siempre y creer en los principios salvadores. Viajo con mis clientas entre cortinas, regalándonos la fantasía de las mil bodas a las que no me invitaron o a las que un día me inventaré.