asi soy, asi seré
Ayer fue un martes muy loco. El tiempo se estaba burlando de nosotros aquí en la tierra y si ya las enfermedades no nos habían asustado lo suficiente, pues los tornados, granizos y nubarrones vinieron a hacer el resto. Se me acababa casi el día cuando entró a la tienda por segunda vez, una señora de la que ya me había despedido con un „para siempre“. Sarcásticamente nos saludamos, „Hola, que bonito verla de nuevo y en tan corto tiempo, pero esta vez viene con otra compañía“- „ Es mi otra hija“- „Pues me auguro que haya parido usted, al menos nueve veces“ seguida de una carcajada me dijo. “ nueve no, pero cuatro si“- „del lobo un pelo aunque provenga de un lugar poco serio. Sea usted nuevamente bienvenida y toda su prole“ Nos reímos por la teatralidad de mis palabras y después de unos minutos fui a su encuentro. Estaban en la planta alta, lugar donde se resguardan casi todas las clientas que no quieren ser disturbadas. Para mi suerte la señora hablaba italiano, a esas horas y tras la tormenta, extrañaba el calor que dan los latinos. Era más simpática que un napolitano vendedor de un mercadillo. Conversamos, le conté media vida y ella a mi. Mientras iba y venia con todo tipo de prendas para la muchacha que casi no decía ni media palabra pasó el rato, entonces me di cuenta que estaba tan concentrada en hablar con la madre que había perdido por completo la atención de la hija. Bajé doscientos decibeles y le pregunté si le gustaba el short que se acaba de probar. Lacónica encaramó los hombros a la altura de sus orejas y los dejó caer con el peso de medio mundo. „Pero te gusta o no“- „lo que no me gusta es ir de compras. Quiero un short que me sirva para todo en el verano y si fuera posible todo el año, ah y un pantalón también, nada mas.“ La madre me contó que ésta, la tercera de sus cuatro hijas, que además tenia el cuerpo de Jennifer Lopez y la desfachatez de una monja en semana santa, odiaba ir de compras. No sabemos porque razón la niña que era hermosa como modelo de Instagram, le salió así de rarita. Ella la llevaba cada dos o tres años a una tienda, renovaban el armario y luego… ojos que te vieron ir, jamas te verán volver. La chiquilla que no era tan chiquilla, tenía unos buenos treinta años, estaba allí casi con la lágrima colgando, como yo en la primera clase, cuando la abuelita de la escuela me obligaba tomarme la leche y anudada entre sus piernas de ébano me decía „a cuncun nene, a cuncun“. ¿Cómo le puedes decir a alguien que desprende amores, que no?. En fin, yo transporté mi psiquis a la muchacha y la comprendí, así que dejé a un lado mi gozadera folclórica ítalo románica y puse manos a la obra y obras a las manos. Imagínense que cerré la tienda con aquellas mujeres adentro, terminaron la compra y se fueron felices pero por supuesto no con un pantalón para todo el verano, llevaban dos bolsas llenas porque nada en la vida es bueno para todo, imagínate un pedazo de tela.
Yo también busqué a alguien bueno para todo e intenté ser buena para todo, pero no es posible. Quien fue el mejor compañero de pachangas, el alcoholitero de tus noches, no fue el amante justo, muy probablemente tuviera el currículo amatorio de un asilante noruego en las islas malvinas. Quien te hizo dar tres vueltas en la cama y cuatro saltos en el cielo, no conoció nunca la empatía y tenia un handicap para la relaciones sociales, y quien sabe si al próximo le tienes que conectar un GPS en en el esfínter porque se pierde mas rápido que un arete en el desierto y funciona como un tamagoshi cuando ve un pipi ajeno. Y así una incontable lista de combinaciones raras.
Nosotras queremos un pantalón que te puedas poner en un safari, la cena con el embajador ruso y una cita romántica. Pero yo me pregunto, cuándo vamos a parar. Porque esto se complica, empezamos por la ropa y terminamos recriminándonos no ser nosotras lo suficientemente buenas en todo: la mejor madre, doctora en ciencias exactas, directora de una organización no gubernamental, además de eso capaz de hacer un cake de tres piso cada fin de semana y tejer quince tiendas de campañas para los damnificados del ciclón de turno. Es que nos han vendido el proyecto de la vida como coca cola y al final la coca cola es solo buena para limpiar los baños. No digo de colgar los guantes pero si de aceptar el verídico dicho de „zapatero a su zapato“.
Tomémonos el tiempo para cada evento y si decidimos comprar un vestido para la tarde y encontramos una razón para amanecer, el vestido no debería ser un tema de discusión. No existe ninguna pieza de ropa que prepare una escena, endulce un encuentro o seduzca a un amante, para eso esta todo el resto, el carisma, la personalidad, nuestra sexualidad. Y si de pronto vemos que somos mejor para calcular que para amar, o viceversa, pues cerremos los ojos y disfrutemos de los que somos y no de lo que carecemos.