laures para Ofelia

 
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Hablar hoy en día cuando los tiempos son tan convulsos no es fácil. Mantener la línea de mi discurso a pesar de llevar el alma enredada por otros lares, ya es una guerra. Apelar en medio de tanto ruido a lo que a este blog por temática le atañe; uno, las mujeres; dos, sus espacios de encuentro conmigo o con otras féminas y por consiguiente sus historias, hoy ha sido mas difícil que nunca.

Creo que si abrimos el pecho veremos paralelismos en estas dos historias, para mi Cuba es mujer, la otra es Ofelia. Le pondré un nombre de fantasía a mi clienta, con la que he tenido hace unos días un interesante rifirrafe sobre temas mas éticos que estéticos. Cuba y Ofelia tienen mas en común que sus conflictos, tienen en común un revoltillo de conceptos. Arrastradas por una realidad tan maravillosa como el Macondo de Gabriel.

Esa mañana llovía y entró „Ofelia“ con caras de pocos amigos a la tienda. Le propuse mi ayuda pero ni se inmutó. Fue directo a la zona de las rebajas. A pesar de tener una oferta muy asequible a cualquier bolsillo, ella posiblemente no creía que podía permitirse más. Yo me sentí ignorada pero como siempre predico, si una mujer dice no, que mas da si es en un negocio, en la cama, o la calle, ese “no” debe ser respetado y nunca discutido. Que aceptara la negativa no significaba que me desapareciera de la faz de la tierra, me pusiera el traje de invisible o comprara un ticket a la luna, significaba solamente que en ese momento ella estaba inmersa en su mundo íntimo de lucha o goce, entre el „que me parece“, „que quiero“ y „que puedo“ , y debía ser respetada. Yo en la distancia podía observar sus movimientos y recordaba las veces que me perdí en el imaginario de un éxito material que nunca me importó de veras tanto. Al poco tiempo la mujer sin mediar palabra vino hacia mí y preguntó „¿ésto es lindo?“. No supe discernir si era una prueba para comprobar mi gusto estético o si de verdad sabía algo de moda. ¿Sería un modo de provocarme desconcierto o el inicio de una reclamación? -„El concepto de belleza no es tan fácil, lo que es bello para mi a lo mejor no lo es para ti“- en ese momento se me había acabado de montar en la silla turca Platón y su banda. -„Si tú necesitas ayuda para seleccionar una pieza, con mucho gusto, pero decirte si algo es bello o no, es complicado“. Cómo explicarle que yo estaba totalmente abierta para servirla pero de un modo práctico y no pitagórico. Si me ponía a calcular la belleza como un sentido armónico, proporcional matemáticamente no íbamos a terminar nunca y ella jamás se compraría la blusita de algodón con tirantes por diez pesos que tenía en la mano. No me dejo dar un pestañazo y arrancó de la otra percha una camiseta, prima de segundo grado de la blusita en cuestión y con cara de haberse chupado un limón en ayunas o estar acaba de salir de una endoscopia, me pregunta si este era mas lindo que el otro. Esta niña no tenía idea de la diferencia entre el bien y el mal, lo lindo y lo feo y quería que asumiera yo la responsabilidad del momento. La verdad es que faltó poco para ocupar la pose del pensador de Rodin. Pero, qué no había entendido esta muchacha sobre mi respuesta sobre la belleza. La miré, vi en su cara que de los griegos ella solo conocía el Tzatziki e intenté salir del mal paso rapidito. „A ver, cual te gusta a ti“, „no sé“, „pues llévate esta que te va a pegar con todo“.  Yo no discutiría con ella sobre el hecho que el concepto de belleza es como el ombligo, cada cual tiene el suyo. En ese tiempo su teléfono sonó tres veces, miraba siempre a soslayo y le entró una llamada. Se apartó, habló un poco disgustada y regresó bastante alterada „cuál me compro?“. - „La blusa“ - „ok“- „Está todo bien“. -„Si, es un amigo que no para“. En ese momento volvió a sonar su teléfono. Yo le cobré a toda prisa y me quedé preocupada, algo me dio mala espina y se apoderó de mi la angustia. 

¿Qué es bello o que es feo? ¿Cuándo es galante, cuándo acosador? ¿Cuándo es justa la injusticia? 

Por mi formación he tenido que confrontarme a menudo con el término de belleza y prefiero la libertad estética ante la armónica distribución de los elementos. Prefiero una falda de un pico con una flor y dos cristales colgando hechos a mano por una vecina de pueblo que camina con la sabiduría de tres generaciones, antes el uniforme simétrico de quien impone el orden para disfrazar el control y la disciplina. Prefiero ser constante en mi concepto del acoso y no hacer concesiones porque una persona sea poderosa o tenga los brazos de un Adonis. Puedes tener la cara de David Bisbal o la de Gollum, el del señor de los anillos, si te pasas de la raya te denuncio. Porque en eso de ser consecuente no creo que tengan mucho talento ni Ofelia ni mi isla, por no molestar acallan, ignoran y ceden complacidas su voz para no asumir la responsabilidad de la libertar, pero todo llega un día, y darán el primer paso en dirección contraria al paternalismo maléfico.

Ofelia salió muy rápido de la tienda, con el teléfono al oido. Yo quería tomarla por los hombros, sacudirla y exigirle que dijera basta, que se apoderara de su día, de su imagen, de su vida, pero no conozco su historia. Yo fui también en algún momento Ofelia. Yo soy todos los días isla y se que asusta la toma de decisiones, el fracaso, lo desconocido, la libertad. Pero decir no a la violencia y el juego que ejercen sobre nosotras el mercado, la sociedad, los arquetipos del amor romántico, los gobiernos con sus policías es un deber individual. Porque solo así, un día, será nuestro el laurel y la risa infinita por ser tú misma.