teorema

 
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Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere, me quiere. Eso funciona de maravilla si lo único que has tenido en tus manos son flores monicotiledóneas o dicotiledóneas con múltiples de cinco. Lo compro, no lo compro, lo compro. Lo hago, no lo hago, lo hago, no lo hago. Lo dejo, no lo dejo.

Que conste que no quiero buscarme líos con los vendedores de marpacíficos, ni de remedios para el mal de amores. Que no quiero bajo ningún concepto discutir sobre metafísica, astralidad o regla de Ocha. Mi discurso no va encaminado a desmentir ninguna teoría de autoayuda, ni mucho menos desmontar la larga lista de falacias que aprendimos con Wall Disney, porque para que mentirles, yo creo en todo eso, desde la charada china hasta en el tarot online. 

Como siempre digo nací en una isla y los isleños de cualquier lado del hemisferio, nos hemos inventados tantos dioses y hemos mitificados a tanta gente para no sentirnos solos, hemos creado enemigos y amigos donde solo había caña santa, que poco espacio vacío hemos dejado entre cielo y tierra. 

El tema es que sospecho que casi siempre cae en manos del universo, la numerología, y los chacras lo más importante y yo abogo por la acción, el movimiento y sus cálculos. No hay causa sin efecto, ni escape sin arañazo. Desde niña me encantan las matemáticas, de hecho no sabía si quería ser maestra de álgebras, embajadora de la Unicef o bailarina de tablao. Mis sueños han sido siempre lo más parecido a un sopón contra la borrachera, todo lo que quepa en la cazuela va pa adentro que de algún modo todo pega. A través de mis estudios de observación y tiempo libre, creo que estamos más influenciados por los números y los ángulos que por la casualidad de tener entre las manos, una vicaria o una flor de lenteja acuática. 

Para saber que camino tomará nuestra vida sentimental, financiera o existencial basta abrir los ojos y poner en práctica un par de conceptillos euclidianos. No hay necesidad de leerse ningún postulado, ni matricular en la academia de ciencias del pueblo más cercano, solo hay que dejarse andar y gozar. 

El señor Euclides, que parece ser que sabía de todo, dijo por allá por el trescientos antes de Cristo, que de un punto a otro solo puede trazarse una línea recta, claro, Euclides no me conocía a mi, porque si el hubiera conversado alguna vez conmigo y supiera los enjambrados caminos que yo tejo para llegar al punto, hubiera colgado los guantes y se hubiera convertido en alfarero. Pero volviendo al tema, según él, si usted tiene alguna idea fija o un conflicto que aclarar con alguien, no hay ni brujería, ni carta anónima que le calme el alma. La solución matemática es ir directo al grano, para ello deje en la casa las emociones fuertes y cargue las arcas de valor y dígale a su amigo que no estuvo bien como reaccionó el otro día, o al compañero de trabajo que por favor no haga cuentos homófobos en su presencia, por que le duele el alma saber que sus seres mas queridos son objetos de su burla. Entre dos partidos, la línea recta y la comunicación transparente. Bravo Eucli.

Un detallito que nos dejo a la posteridad nuestro amigo y que no deberíamos olvidar nunca, es que los ángulos internos en su suma dan siempre ciento ochenta grados. No importa que especial te sientas en comparación con los otros, todos somos en esencia iguales. 

Hace unos días llegó una clienta a la tienda. Hablamos sobre los distintos materiales textiles y se fue.  Regresó al rato para que le reservara una blusa y así verla con más calma. Retornó y cuando conversamos le halagué sus pantalones, que deberas eran un escándalo y con la sinceridad de una hermana mayor le dije que no tenía nada en la tienda para su estilo. Aquella mujer tenía azul la sangre y hasta la sombra. Me miró, celebró la brutalidad de mis palabras y me confesó que sus pantalones habían costado mas de quinientos francos, pero que mi conversación, la paciencia y las risas que nos habíamos echado merecían todo su respeto y eran la razón de su ir y venir, por la tanto compraría la blusa así fuera para pañito del televisor. No importa que tipo de polígono seas, lo importante está en el interior y el mejor catalizador para que dos cuerpos vayan al mismo ritmo, son las carcajadas que salen de la panza.  

Yo veo cada día a tanta gente gris andar por la vida sin querer tomar decisiones, nadando rio abajo y le dan todo el mérito de sus éxitos al destino, al plan trazado por no se quien, al nirvana o a la botella de vodka con la que tropezaron. Yo los entiendo, es fácil saber que hay un padre invisible o visible que controlaba, asesora y dicta, pero eso anula, inhibe y cuando suceden las cosas no sabes si fue resultado de tu trabajo o el de alguien mas, y ese es el inicio de la duda, de la inseguridad. Seguir los preceptos de la moda, porque alguien desde un baño público con una cuenta de Instagram dice que si usas esto o lo otro, serás la Cuquita del Sabor y todos te amaran, es engancharte unos pantalones de pitillos con una playera de lentejuelas, mirarte al espejo y sentirte disfrazada. Créeme, tu sonrisa perderá quilates. Gemirle a tu pareja como ternero destetado para que crea que es la máquina de vender orgasmos, es el camino más seguro para una vida triste y llena de silencios, solo porque dijiste delante un notario „por siempre“.

Yo creo no todos han tenido la suerte de tener buenos profesores de matemáticas. Uno de esos que te contaminan con el amor al conocimiento y la curiosidad. Yo guardo por siempre en mis recuerdos a un profesor eterno que además de hacerme entender, que al igual que yo también los números pueden ser irracionales, me ensañó a usar cifras en forma de ideas y a calcular riesgos para enfrentar aventuras. Me enseñó que la disciplina era una de las claves del éxito y que aunque mi camino se dirigiera al arte, no debía discriminar otras materias, porque el pensamiento es amplio. Pasaron los años y ahora en compañía de otros sabios, enseñará allá donde esté que las ecuaciones y los teoremas son la savia del amor y las conquistas personales, en su caso una familia inmensa y una prole infinita de alumnos que como yo hoy, lo haremos siempre presente.