si co si

 

Hace unos días hablaba con una clienta sobre como con los años, yo personalmente, me preocupo mucho mas por una compra responsable con el medio ambiente y con mi economía. Es muy probable que la razón sea mi nueva realidad. Desde hace ya un buen rato mis costumbres de consumo no se basan en comprar ropas para cubrir el frio o comprar cantidades para llenar vacíos, suelo ser selectiva en cuanto a diseño y material y disfruto un montón de la moda como arte gráfico. También intento ser mas cuidadosa con mi imagen y dar algo de información adicional sobre mi persona con mi talante, algo que siempre he hecho pero de forma inconsciente. Eso puede ser visto como un exceso de inseguridades o una forma de miedo, pues el criterio social me importa bastante y el abuso que tenemos con el planeta me lo tomo a la tremenda. La cosa es que tras hacer paz con mi cuerpo le doy mucha mas atención. Podría ser también alguna nueva obsesión por ser aceptada en un país que no es el mio. Vamos, estar loca por que me vean como una que ha mataperreao loma arriba y loma abajo todos los Alpes y que tomó leche de vaca directo de la ubre hasta ayer. Pero yo prefiero verlo como una manera adquirida de andar mas consciente por la vida. Si ya estoy aquí, no es que cambie mi esencia pero como el apóstol, arte entre las artes y en el monte, monte soy. 

Me dirán decadente y muy probablemente lo sea, pero crecí escuchando que el hábito hace al monje y a estas alturas no lo voy cambiar. Otra detallito es mi pasión por las lecturas subliminales, lo que dices sin palabras es casi siempre mas potente que el discurso mas locuaz. 

Esta semana estoy de vacaciones. Me encantan las largas sesiones conmigo misma de masajes, aceites esenciales, calibraciones de brújula y jalones de orejas. El mas fuerte de los encuentros es siempre con el miedo. El miedo que disfrazo con interminables jornadas laborales y la búsqueda de soluciones a cuanto problema ajeno se me presente. En estos cuarenta y casi media rueda, el mayor reto es descubrir a que demonio le tengo que caer detrás. 

Con veinte años yo no le tenía miedo a nada. Recuerdo salir por primera vez de la isla y entretenerme viendo las tiendas en el aeropuerto de París. De pronto en las pantallas decían que mi vuelo había salido. No les niego que algo de nerviosa me puse, pero como una experta en crisis fui hacia unas de las dependientas de información, le explique la situación y me preguntó que si me parecía bien tomar parte de un vuelo de prueba. A mi en aquel momento me daba lo mismo que el vuelo fuera de prueba o que la prueba fuera yo. Entonces estaban a punto de inaugurar una terminal nueva y yo di el paso al frente. Caminaba por pasillos envueltos de plástico y todos me agradecían. No sabía si a lo mejor había firmado una donación de órganos o mi consentimiento a que me incluyeran en el grupito animalesco del trasbordador espacial Columbia. Aquello era mucha parafernalia por un hígado o un riñón, así que espanté el pánico, me tomé el aperitivo, escuché el discurso que dio el director del aeropuerto sin entender una palabra y llegué a mi destino antes de lo planeado. Me pasa eso ahora y me tienen que poner pasiflora en vena, azitromisina en suspensión y una semana de terapia contra la ansiedad. ¿Pero que me pasó? ¿Unas temporadas con temperaturas bajo cero y al espíritus aventurero lo recluyeron en la caja de Pandora con los otros males de la humanidad?

Incontables veces las clientas me dicen que ya no se ponen faldas cortas porque se sienten responsables de las reacciones que desatan en algunos machangos, especialmente si andan en manada. Lo dicen alto y hasta yo me lo creo. Otras no salen de noche con una amiga porque alborotan la inseguridad de sus pares y sabe dios si les da por los celos o por el amor. Esos comentarios convertidos en actitud colectiva se propagan como pandemia, porque la cultura del miedo es mas amplia y polifacética que las artes escénicas. Otra es mas infeliz en el trabajo que un pez en en el desierto pero no para de decir que las mujeres pasamos mas trabajo para encontrar un empleo, y que hemos sido siempre una carga social, así que tenemos que aguantar otro palazo para demostrar resistencia. Y todo eso es historia no escrita, pero nos entra en la médula como una verdad absoluta y con el tiempo, la intrépida que cruzó un océano se va de vacaciones al yeyuno. 

Para eso son las vacaciones, los momentos de lectura, meditación y de espantarse los miedos. Que importa si no son perfectas mis curvas, nada es comparado con la brisa que toca la piel desnuda. Quien sea tan sensible con la belleza o las simetrías, pues que no mire. Que mas da si olvidas una tilde, o si tu frase no es perfecta, no hay obra sin público, ni error o éxito, sin intentos. A mi si me agarra el tembleque que me coja bailando. Hay situaciones reales que no se pueden cambiar como las guerras o las enfermedades, pero el resto es una negociación con nuestras prioridades. Una vez me dijeron que yo era muy valiente por haber salido de una realidad y haberme reinventado después de una historia jorobada. Yo creo que había sido también muy valiente cuando a pesar de la locura cerraba los ojos en las noche que podían ser “la última”. Pero de ese valor no le conté a nadie porque estaba velado de vergüenza y frustración. Cuantos pasos debemos dar las mujeres para que confiemos en lo que creemos con la misma fuerza con la que amamos. Cuantas alas, cuantas lluvias, cuantas lunas para entender que todas somos una.