polifacética

 

Yo creo que la única persona que piensa en Carmen Rico Godoy, sin ser su amante, ni vecina ni pariente soy yo. Desde que leí su novela „Como ser mujer y no morir en el intento“ mi mente recurre al título con mas asiduidad de lo que me gustaría. Pero no se preocupen en mi lista de conflictos existenciales, los de género e identidad están en la segunda página, al menos eso creo. En realidad del texto recuerdo poco. Me lo aprestó un amigo al que mi memoria también eliminó. Si por alguna broma del destino se pierde en el mundo virtual, da a parar a este blog y sale a la luz que no tuve la delicadeza de devolverle el ejemplar, le pido mil disculpas. 

Con la distancia de los años, aunque diga Gardel que veinte no son nada, lo que me impresiona de sobremanera fue la selección de los títulos de sus capítulos. Aun son los mejores mantras en los que me refugio, por ejemplo „Un par de tetas halan mas que una carreta“. Han escuchado una verdad menos verdad? Pues yo me la creí y demoré muchos topless para entender que si somos más que cuerpo, somos sandunga.

Hoy hubiera podido darle un escándalo al patriarcado, a la mercadotecnia y los medios de difusión masiva. Tuve una clienta esculpida por los dioses. Dioses que no trabajan por un salario  miserable y que de ahorrar no sabían mucho. La muchacha tenía de todo, salud, dientes, carnitas por todos lados y un coche. En el coche un bebé recién nacido. Entró casi de puntillas para no producir ruidos y para que el resto del mundo, por carambola, se detuviera, así su primogénito disfrutaría de un sueño placentero y ella de unos minutos de viaje al pasado. Ese pasado en el que entraba en los negocios a perder el tiempo y probarse ropa por el simple gusto de mirarse en un espejo. La saludé como si jugáramos a las escondidas y le pregunté si podía serle de ayuda. Buscaba un chubasquero y un par de camisetas básicas que pegaran con todo y que escondieran las manchas en caso que durante la lactancia se manchara. Su cara despertaba en mí piedad y consuelo. Corrí, traje a la caja algunas alternativas que no tendría que probarse. Pagó y como si le hubiera confiado la fórmula para conservar la juventud se fue disparada. Al cruzar el umbral del negocio escuché el chillido del bebé. Había sonando la campanada y ella había sido por unos segundos, una mujer que va de compras y no una madre que acude. Entonces quedó la duda si a propósito ella había censurado a la mujer para dar vida solo a la madre. No sé si ese camino la llevará lejos. Se que no podemos serlo todo, pero un punto medio no estaría nada mal.

No pasaron ni veinte minutos y entró una señora de mediana edad. No me pregunten que significa eso en números. Desordenada casi de modo histérico la zona de los jeans. Cuando fui a ella, no me dejo ni hacer pio. „Estoy solo mirando“ me dijo con cara de inspectora de sanidad. Como conozco a mi gente, le dije que en caso de no entender como estaban escritas las tallas que me avisara y yo le ayudaría. ¿Tú me respondiste? Así mismo ella. Como aparentemente lo tenía todo bajo control, me fui a atender a otras clientas. Que les cuento, salió volada de la cabina medio encuera para reclamarme porque ese pantalón estaba cortado muy pequeño y que ella necesitaba como dos tallas mas. Le comenté que era solo el modo de escritura, que por eso había ido hacia ella, pero que yo me encargaría de que tuviera la talla correcta. Cuando llegó a la caja para pagar, me comentó que en sus días había sido vendedora, pero que cada marca armaba su propia hegemonía y que era muy difícil seguirles el paso. Yo asentí. ¿Era tan difícil asumir que siempre estamos aprendiendo y que nunca lo sabremos todo? Me llamó la atención el anillón que llevaba. Mientras intentaba identificar si era original o copia, le entró una llamada. Era de una empresa, tenía una cita y evidentemente poco tiempo, pero ella se quería regalar un minuto de ocio y las tiendas son como parques de diversiones para muchos.

¿Por qué tenemos que ser profundas e inteligentes, decadentes y simplonas, ignorantes para que algunos se sientan superiores y seguras para sustentar a otros? La verdad que recordé más tarde a la Godoy y me hubiera gustado darles el libro a mis clientas. En realidad, en la vida como en el baile, mientras mas lo piensas peor te sale. Hay que dejarse llevar por la melodía y la compañía, porque es imposible lavar los calderos, tener orgasmos y aplicar física cuántica todos los días y no morir en el intento. Aunque creamos que si podemos hay una sociedad que inconscientemente pone la parada más alta. Yo, por ejemplo, me estaba poniendo del lado de los jueces de alguna manera, en plena crisis del síndrome de Estocolmo, una mujer las miraba ajenas como si aquello no fuera también un retrato de mi vida. Obsesivamente intentando de estar a la altura de los ideales, las expectativas, los preceptos, los miedos. Si en cambio aceptaremos que somos individuales, únicas, especiales en una gran enjambre. No nos hace menos la diferencia, por el contrario, nos enriquece. No puedes ser la madre que soñaste o la combatiente. No serás nunca la artista que revolucione el mundo, o el putón que enamore a medio mundo. Pues no pasa nada. Debería haber espacio para todos en nuestra casa y si no es así, arma una casa nueva. Que importa que digan que no eres sexy por tus labios afilados o que no eres buena porque amas a las mujeres y usas solo corbatas de segunda mano. Tu vida es única y nadie debería decirte como vivirla. En momentos donde hay quienes no saben conciliar su imagen virtual con la mierda que revuelven en la tierra, no seas poco o mucho, se solo tú.