que no duela lo que vuela

 
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Si algo me gusta de mis clientas es que por lo general son personas que abogan por la comodidad antes de la estética. Esto parecería una desventaja si miramos que mi negocio es vender ropa y hacer parecer que sus escaparates siempre están incompletos y que yo tengo justo la pieza que le falta. Pero a crear esas ansiedades se ocupan otros sectores y yo quedo relegada al parque de diversiones de la mitad de la población adulta.

Esta posición, por parte de la demanda, a mi me pone en un punto complicado porque ojos que ven, corazón que si siente. No obstante me complace saber que la mayoría de las mujeres que se acercan a mi tienda para comprar alguna prenda ya conocen sus límites, en tema de apretadera digo, y muy probablemente hayan entendido que la cáscara guarda el palo y que además lo representa. 

Durante toda la historia de la humanidad se ha estado usando el vestuario como parte de una simbología que jerarquiza, empodera, visualiza, clasifica y por ahí pa allá otro montón de cosas. Una pena que muchos estén descubriendo el agua tibia en estos tiempo y otros con la espalda pegada al asfalto no se den ni por enterados. Nunca antes fue tan poco claro el lenguaje del vestuario, al punto que le hemos tenido que poner carteles y marcas para que el mensaje llegue claro, „tú de la acera del sol, yo de la acera de la sombra“. 

Cada vez que llega una clienta y se quiere poner eso que tiene el maniquí o la muchacha de la foto, me dan ganas de sentarla en un barquito y cantarle las cuarenta. Pero es que a estas alturas  seguimos copiando para no tener ni que molestarnos en personalizar nuestra imagen? Me parece una gran ironía, mas en estos tiempos donde queremos fracturarlo todo y llegar al meollo y retóricamente regodearnos en él. Ahora mas que nunca deberíamos entender y dominar los secretos del vestir, si ya vamos a enfocarnos en parecer, pues hagámoslo bien.

En fin, que yo trabajo para una firma danesa, los daneses son, aparentemente muy racionales, con líneas muy claras, diseños poco complicados, ya bastante con la disciplina social que tienen, así que en dependencia de las temperaturas, ropita holgada y a bailar dentro de un batón. Se pone frio el ambiente y no importa, en forma de casa de campaña andante, seguimos con las tallas grandes. Pues que sucede con nosotras? Que si no hay dolor, rozaduras y marcas prietas añejo, pues que no va. Por qué? Simple, durante toda nuestra vida nos van a adoctrinando con el dolor y su tolerancia.  Ya la naturaleza te pone mensualmente la menstruación, para que recuerdes que eres una máquina reproductora, por lo que debes estar feliz y orgullosa. El parto, un evento traumático revestido con la alegría del nacimiento, pero recordado por siempre como el peor de los momentos. Así comienza una larga lista de males necesarios. Si no lloras no te quiere y si crees que sufres mucho, mira a Julieta, en tres días siete asesinatos y dos suicidios, emula con eso. Si no celan no te aman, y el juego llega a tal punto que les llaman aún crimen de pasión a un loco o una loca posesiva que diga que si no es conmigo no será con ninguno. Creo que va haciendo hora de reasignarle otro nombrecito a estos casos, porque de pasión se pasan tres pueblos. Si no te saca un grito tipo Tarzan, la tiene corta. Tú gimes y le cuentas a tus amigas que para ti un pene responsable tiene que pasar de los treinta centímetros, no obstante tú no tengas ni idea que harás con eso, ponerlo de búcaro en un centro de mesas o usarlo de diana, y por ahí pa allá un mar de locura en la que terminas enfundada en tres tallas mas pequeñas y un par de tacones con la horma de una geisha, porque si la sangre circula la piel no siente. 

Cuando salí del Caribe pensé que al cruzar el atlántico me encontraría con un mundo civilizado, un reino del pensamiento racional y la metatranca mas sofisticada. Venía lista para demostrar que había leído mas de tres revistas y un libro, que la maraca y la botella de ron se podían montar y desmontar a comando y que me encontré? Pues que la influencia del sur no estaba solo en la cocina y la arquitectura, el regueton ya había entrado en todas las discotecas y la híper sexualidad se estaba apoderando del armario de las adolescentes del patio. 

Ahora en tiempos de chaquetas y abrigos la cosa no varía. La gente tras probarse una pieza piden por una talla menor, es como un miedo a la figura amorfa, al vacío entre la materia y la tela. Es mas fácil si perteneces y te pareces al grupo. A mi me ha sido imposible siempre pertenecer del todo. Ya soy por carambola del otro bando, el de los raros. Vengo de una isla así que combino colores y sabores a mi antojo y solo tengo claro que el poliéster directo a mi piel apesta a diablo colorao. Por lo demás, me encanta usar la moda como si fuera lengua materna y no como embalaje. He vivido la farsa del dolor para lucir, así que ya no me permito caer en sus fauces. No quiero que me apriete porque no acepto que ya no uso una treinta y seis. No quiero ahogarme del calor porque la sociedad diga que las chicas buenas usamos ajustadores, aunque solo sea para que el pobre macho incontenible de deseo no salte sobre nosotras, para hacernos suya aun en contra de nuestros deseos. No quiero sentir la presión de una nación hasta la agonía, para gritarle al mundo que mi sacrificio está a la altura de mi amor. Quiero marcar mi silueta con la libertad de ser yo misma. Quiero los besos lentos, los orgasmos claros, la vida armónica. Quiero volar desnuda, quiero.