pLay ATTENTION

 
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Hace poco hablaba con una amiga sobre la situación laboral actual. Ella me decía, „Estos no son momentos de estar cambiando tanto. Si tienes un trabajo, no lo pierdas por nada en la vida“. Y yo no estoy totalmente de acuerdo con ella. Creo que cuando el mar está revuelto se cogen mangos bajitos. Eso si, tras años de experiencia creo que hay que estudiar el mercado, prepararse bien y ver donde se ponen los pies. Yo, como chiste, le dije que si yo cambiaba de  trabajo, seguiría vendiendo pero vendería aparatos sexuales, son artículos de primera necesidad y como hoy en día se pude salir poco, pues seguro que ese negocio está caminando bien, además creo conocer del todo a su clientela si pensamos que una persona es todo un universo. Porque de vender una blusa a vender un vibrador, en técnica, no va nada. Las dos reímos y cambiamos el tema diametralmente. Ya no hablábamos de crisis sino de sexo. 

La base es entender los sentimientos que provoca la adquisición de determinados productos. Curiosidad, si no has tenido nunca uno; vergüenza, porque aun se considera entre mucha gente, que es solo un placebo a la tristeza o la soledad, ¿y quién quiere dar lástima?; y por último  y mas interesante es el orgullo de que todos sepan que eres una calentona que te lo puedes permitir. Yo le contaba que estos sentimientos son los mismo en cualquier área del consumo. Yo tengo clientas que lo prueban todo, así les traiga la cortina del buró, ellas están abiertas a todas las sorpresa. Hay otras que con unos cuerpos de estatuas griega se quieren vestir como „el mozo del bacín“, para que nadie ni nada descubra que tiene más sandunga que Madame de Pompadour. Y finalmente la mas graciosa de todas, las calentonas. Hace unos días me llegó una señora de mediana edad, y no me pregunten que cosa significa eso, más o menos entre cincuenta y cinco y ciento veinte años. Tenía un cuerpo torneado a horas de gimnasio, se veía que toda su mediana vida había amado y cuidado su mediano figurón. Se quería probar un pantalón y como todas las cabinas estaban cerradas, me pidió que desalojara de toda presencia masculina el lugar para medio desnudarse en un espacio abierto. Que diva, que genia. Estoy segura que si no hubiera dicho nada y se hubiera encuerado, su metro cincuenta de estatura hubiera pasado desapercibido entre las perchas, pero ella sabía como llamar la atención. Entonces se metió en unos pantalones talla XS que no le dejaban espacio a la imaginación. Como la atención de las féminas presentes no calmaba su sed, salió a llamar a un tal Giuseppe que a pedido suyo debía colmarla de halagos pero con medida, porque sino ella no se los creería. Giuseppe le habló de lo largas que se le veían las piernas mientras sus ojos quedaban enredados como en un marabusal en la marcada brecha que se le abría en la vulva. Ella se giró en cámara lenta y el entonces su „camarlengo“ empezó a deleitar a mi clienta con monosílabos en un idioma muy suyos. No obstante ella quería confirmación de mi parte, y yo le dije que si ella se sentía bien, adelante ifa con los tambores, pero que yo consideraba que una talla mas grande le vendría mejor. Ella se dio cuenta que yo le hablaba exactamente de su chocho enclaustrado y me dijo con el descaro que tenemos las que rosamos con la media edad. Que si ella no se sentía bien empaquetado el sexo, le parecía que estaba desnuda, que esa sensación era lo que realmente determinaba la talla de su ropa. La combinación de sus pantalones, con la mirada indiscreta babeada de su Giuseppe, además de muchas horas de gimnasio, eran su formula para parecer Veronica Franco reencarnada. Díganme si eso no me sirve a mi como experiencia para trabajar en un sex-shop. La sexualidad como el gusto es individual y polifacética, hoy en día la vivimos con una libertad nunca imaginada y no debemos temer a las libertades. Es cierto que a veces creemos tener la parada muy alto, pero no hacer nada o tener una fórmula aparentemente muy simple, es también parte de esa identidad que nos hace únicos. Yo le hice el chiste a mi amiga, pero si trabajara en un negocio de ese tipo se que les diría a mis hipotéticas clientes, que sean felices y no escuchen los chismes de los pasillos, porque beber dos tazas de jugo de fresas en las mañanas, tomar un pañuelo, dar cuerda al reloj y cambiarse la peluca mientras se toca acaloradamente con la mano izquierda el sexo, ya sea con saxofón o clarinete, también puede ser un acto erótico salvaje y mucho mas económico que comprar un juguete,  que si te dará un orgasmo en tres minutos, pero al que de todos modos le tienes que poner mucho coco. Y los hombres, eso es otro tema, maravilloso y que dista en contenido y forma, de la fantasía y los juguetes.