la rumba la traigo yo

 
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El sábado fue mi ultimo día de trabajo. Nos han mandado a casa a todos. Este bicho ha puesto de rodillas a medio mundo. Como nací escuchando „al mal tiempo buena cara“, pasamos un día como de fiesta en el negocio. Que las lágrimas se reserven para los difuntos, nosotros estamos vivos y regresaremos pronto. Les dimos un hasta luego a los clientes con sabor a alegría y rumbantela. Como eso de reír mientras sufres es cosa de gente bipolar, isleños y tercer mundistas, mucha personas no entendían nuestra actitud. Creo que esperaban vernos tristes, deprimidos o molestos. Yo de vez en cuando les explicaba, pero todo tiene un límite y en un momento me tuve que poner medio chusma. Una clienta, en un volumen bastante alto, me dijo que seguro estábamos tan feliz por nuestras largas vacaciones. ¿Qué hacer cuando tú solo sabes dar escándalos en el medio de la calle con una licra puesta y un pulovito con el ombligo afuera? ¿Cuándo el modo de cantarle las cuarenta a alguien, según tu prospecto, termina casi siempre con un acta de advertencia por alteración del orden? Gracias a todos los santos hace unos meses decidí entrenar yoga, así que puse en practica lo de la respiración y la contención de la energía como fuente de calor. Estaba a punto de adoptar la posición del guerrero uno, pero dije, nooo. Capaz que esta mujer sea cinta negra en artes marciales y termine yo haciendo un papelazo. ¿En qué no me podría ganar ella? En el lanzamiento del verbo subjuntivo, en la lucha grecorromana de la sintaxis y la gimnástica artística del léxico, en eso gano yo medallas hasta en las olimpiadas. Saqué lentamente la botella de agua que tenía debajo de la caja, tomé un par de sorbos del liquido vital y comencé:

„En realidad no sé como pasa usted las vacaciones pero yo me imagino las mías en una playa en la Habana y no en un sofá. A eso súmele que tendremos seis semanas, como diría van van, para domar las viejas rutinas. Cada cual con su idiosincracia, pero yo vengo de una isla donde suena una lata y un palo y dejamos la ropa mojada en la batea, salimos para la calle y que sea lo que Dios quiera. Donde no vamos al extranjero en las vacaciones pero tenemos mas acción que una película filmada por la casa de la cultura de Massachusetts. Ha visto como se mueven los átomos y las moléculas, póngale  chancletas y regueton y eso sería una muestra de cualquier pasillo de mi ciudad“

La mujer muy despacio se dio cuenta que me estaba desquitando todas las horas de reproche que había tenido que aguantar callada. 

„Lo que pasa es que nosotros (y ahí le descargué todo el chovinismo) aprendimos que hay dos caminos en la vida, o ríes o te hundes.“ 

Que pena, ella empezó a disculparse, en cambio yo de lástima nada, al contra ataque. 

„Definitivamente es un tiempo duro y sabe porqué, especialmente para nosotras, porque no tenemos costumbre de parar. Tenemos que detenernos y descubrir que la vida no es solo trabajo. Yo tenía un profesor de kinesiología que repetía como un papagayo que el reposo era parte del entrenamiento, pero todo eso se queda en los libros. Somos una sociedad enviciada con la acción y cuando no pasa nada, creemos que nos morimos.“

En ese momento la mirada de la señora cambió. Ya mi discurso se tornaba interesante y no era una ráfaga de palabrerías de malcriada. 

„Tiene razón“- dijo en son de paz. 

„Créanos, festejamos solo que estamos saludables y no queremos que nuestra pausa sea un drama, no podemos creer que sufrimos más que los demás. Yo personalmente tengo como plan aprender a poner un freno. Ya una vez mi cuerpo gritó „basta“, porque trabajaba mas de los humana y legalmente permitido“. La conversación estaba demasiado seria así que para suavizar le dije. „Y eso de parar lo voy a llevar a todos los niveles. Estaré en mi casa y no tiraré ni un chícharo, ni los dientes me voy a lavar. Meditaré en las mañanas y por las noches tendré sexo tántrico porque eso de la penetración estática no me la puedo perder“, las carcajadas de todos le metieron un gancho con el brazo izquierdo a la seriedad de momento y mientras la mujer se volvía a disculpar yo di media vuelta y desaparecí entre bambalinas. 

Pero me quedé tan enganchada con el tema, no solo con el tántrico, sino con el existencial, que al otro día me puse a repasar mi vida y es que he estado entrenada para no parar, para ir como en una conga, de paso en paso, obsesionada mas por el destino que por el camino. Pero la vida tiene sus mecanismos para hacer interesante e intensa también las estadías. Y te hace aprender con viejos modos. Yo por el momento he lavado mis chancletas y me dispongo a gozar mientras se emborracha el que suena la corneta.