Peace and Love
El tiempo pasa tan veloz que solo me doy cuenta de él cuando se me acumulan las historias. No hablo de las edades ni de los relojes. Hablo del tiempo del que se puede contar algo. Mis últimos 15 años parecen como si leyera „La Ilíada", „Las mil y una noches“ y „Cuatro tanquistas y un perro“ todo en el mismo libro. A veces ni yo misma me creo que haya sido todo tan intenso y que además me acuerde. Solo por eso me tomo la licencia de hablar como si fuera una anciana gurú, cantante de una tribu tibetana y voy regando sabiduría de manigua a diestra y siniestra.
Hoy tuve que parar a una bellísima joven que no encaja en los cánones de belleza de este siglo, porque iba cuesta abajo. Estaba tan concentrada en ver del sol solo sus manchas, que se estaba perdiendo lo mejor… la vida.
Entrar a una cabina es un proceso que muchos minimizan. Algunos lo tildan de superficial y por ser algo cotidiano lo subestiman. Entrar a un espacio de medio metro cuadrado, con un espejo, unos focos de luz fría verticales, una cortina a las espaldas que es tan fina como una tela de cebolla y tener que estar allí desnuda, embutida con tus complejos, tus fantasmas, es digno del valor de Atenea. Al menos la diosa griega llevaba un casco, mi heroína de hoy, solo portaba una mascarilla. Allí apretujada con su drama, solo atinaba a disparar bengalas a si misma. Yo, con mi sabiduría de mil batallas perdidas, le pedí que saliera y tomara distancia. La distancia es algo que muchos asumen como forma de penalización, pero la distancia en rítmica combinación con la cercanía, son las claves de una vida saludable, según mis estudios no comprobados científicamente.
Recuerdo que cuando terminé con mi segundo o tercer matrimonio, muchos me cuestionaron que buscara un apartamento a tan solo cien metros del lugar de trabajo de mi ex esposo. Temían que aquello interfiriera con el curso de mis nuevos proyectos. Entonces les pregunte si serían capaces de leer un libro pegado a sus narices, es imposible, como mismo somos incapaces de ver cuándo esta todo tan cerca. Y así fue, viví tranquilamente, sin ninguna preocupación y nunca me lo encontré. Por otro lado cuando tuve una situación de estrés y acoso laboral, todos lo veían menos yo, porque mi cuerpo y mi mente estaban tan metidos en la burbuja del conflicto que había perdido la capacidad de determinar que era bueno o que era malo. Las cercanías no siempre son tan saludables, yo prefiero fluctuar. Le contaba hoy a esta muchacha que ella estaba tan cerca que no veía, ella escuchaba en su mente lo que le susurraba la sociedad, „eres gorda, no debes esto, eres feas, no hagas aquello, eres vieja, ya pasó tu hora“, en cambio cuando das tres pasos atrás y sales del cuadro de luz que supuestamente te corresponde, verás que a lo mejor tus caderas son eternas o amorfas pero tus pechos están listos para las manos tibias de alguien que sabe como dar afecto. Solo unos pasos atrás y no verás mas las venas en tu cuello como tubos de cañería, sino el pulso agitado de tu sangre gritando que estas viva. No verás piernas largas, ni cortas, ni gordas, ni finas, verás que estás lista para hacer del mundo tu casa.
Al final mi heroína de hoy se compró unos pantalones ajustadísimos y acordamos que cuando regresara me contaría de sus aventuras transgresoras y de su lista de cumplidos para con ella, y no hablo de ataques narcisistas, que ahora está tan de moda, sino de amor propio, de quererse un poquito y hacer paz con el cuerpo, con dios y todos los santos.