con la cadena, pero no con el mono

 
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Ay mucha gente que dice que la moda es un mundo de superficialidades. Que ponerse ropas y ornamentos es cosa de gente de otra categoría, a las que por el cerebro no les pasa nada. Pues en ese mismo momento yo cambio la conversación y voy a temas más fácil, el calentamiento global, la situación política en indonesia del norte y las causas probables de la futura extinción del tigre de Sumatra. Evidentemente esas personas y yo nunca nos entenderemos. Para mí la moda es arte y es tan antiguo como la hoja de parra de la señora Eva, que conste no estoy quitándole funcionalidad a la hoja de parra, ya sea en la gastronomía o para evitar la mirada indiscreta de algún galán. Yo pienso que hay cosas que se tienen que empaquetar en la vida para ser bien vendidas. Que no me diga nadie que nunca se ha vendido de algún modo y si no es así, primero no le creo y segundo, pues no pierdan tiempo. La experiencia puede ser muy interesante y reveladora, principalmente hoy en día donde las plataformas y los distintos lenguajes abundan, así que hay para todos los gustos.

Hace poco tuve una clienta que posiblemente Miguel de Cervantes describiría como „Frisaba la edad de nuestra hidalga con los cincuenta años. Era de complexión recia, seca de carnes, enjuta de rostro, alta de cuerpo, estirada y avellanada de miembros, entrecana, con nariz aguileña y algo corva, de bigotes grandes, negros y caídos“. Entró aquella dama que me superaba en estatura un buen medio metro con la ligereza de una gacela. Portaba un vestido ajustadísimo de flores, sombrero de pana, chaqueta de cuero, un cinturón muy ancho y un par botas que cargaban todo el polvo del lejano oeste. Segura como un dardo vino a mí. „Necesito un vestido muy largo para combinar con estas zapatos“. Mientras hablaba sacaba de una bolsa de Chanel una sandalias doradas con un tacón de trece centímetros. Mi cabeza iba a millón. La estatura de la señora, los cuarenta metros de tela que debía tener el vestido, la bolsa de Chanel. ¿Qué hacia una mujer con zapatos de Chanel en mi tienda consumiendo moda rápida?. Primero, duda resuelta, las sandalias eran del negocio de al lado, mi supuesta clienta, era una recicladora de bolsas como yo. Segundo, matemática básica, si a metro noventa y cuatro le adicionamos trece centímetros tendremos un total de dos metros con siete centímetros. O esta señora tenía un amigo de la NBA con quien bailar toda la noche o a ella le importaba poco lo que dictaban las leyes secretas de los vecinos de su barrio, lo cual le daba mas brillo a mis ojos, yo ya estaba enamorándome. Tercero, la absurdidad, me encantaría complacerla, pero como explicarle que en este mundo loco los vestido largos se venden en verano o en la franja ecuatorial. Que me imagino que en noviembre en la Siberia estén en cada esquina vendiendo con un Sbiten una minifalda. Pero yo antes muerta que sencilla, esta diva brillaría y con un vestido mío. Salí corriendo al almacén y buceé en cuanta caja me encontré, hasta que hallé la luz al final del túnel. El único vestido largo que tenía a mano, tenía que servirle, tenía que ser suyo o yo me cambiaría el nombre. ¿Se acuerdan de la moda como arte y de que yo estudié arte? Pues allá saqué mis conocimientos de estética, ética y metodología. Con el vestido escondido a mis espaldas, le pregunté: 

-¿Dime de verdad, para qué quieres el vestido? 

-Realmente, me invitaron a una fiesta de viejos amigos y todos me recuerdan con el ombligo al aire, los pantalones rasgados y los pelos despeinados. Lo que pasa es que yo era una adolescente y ahora cuando nos encontremos, quiero que vean que cambié. 

-¿Y qué quieres que vean?

Ella sonreía porque más sabe el diablo por viejo que por diablo, ella había entendido de antemano mi juego. 

-Bueno, que no necesité enseñar el ombligo para tener éxito en la vida y que no estaba tan loca como ellos creían. 

Yo ya estaba olvidando la razón de mis preguntas, aquella mujer gigante me deslumbraba y no saciaba mi curiosidad.

-¿Cómo conseguiste el éxito?

-Simple, olvidando lo que me habían enseñado al respecto, que Familia, carrera y mucho dinero, eran el objetivo de la vida. Todo eso es bobería, el éxito está en tu cabeza, vendes queso, te encanta hacerlo y eso te permite pagar las necesidades básicas, eres exitoso. Te gusta estar en casa y ver crecer a tus hijos, te lo puedes permitir, eres exitosa. No quieres tener familia tradicional, sino que te vas a la india a enseñar a mujeres a buscarse la vida, aunque a ti no te paguen un centavo, eres exitosa. 

-Pues yo tengo tu vestido, uno que grita, „Mírenme, yo sé por donde le entra el agua al coco“.

Y como una torera haciendo una chicuelina le saqué mi hermoso vestido, aunque de la temporada anterior, pero hermoso. Ella no paraba de reír, porque después de habérseme vendido como la prima de Cleobulo, unos de los sietes sabios de la historia grecolatina, le había salido yo con aquel vestido, escapada de una publicidad de jabón de los años cincuenta. Por supuesto compró el vestido y yo le aconsejé un disco de Omara Portuondo para su próxima cita. Se veía perfecta porque ella se sentía perfecta. En fin que la Hidalga sabía como venderse y usar todas sus armas, lo que ella no calculó es que yo también se venderme y vender bien.