la co herencia

 

La nostalgia es la peor estilista, especialmente si naciste antes de la burbuja com. Entonces las referencias eran bastante locales, nuestros influencers eran un par de artistas con trajes del patio y la moda era dictada mayoritariamente por el cine y los videos clips. La apariencia está bastante difuminado en la memoria, recordar como éramos en los noventa, es un largo viaje utópico. Si tuviéramos la posibilidad de vernos realmente con ojo crítico, no repetiríamos ni la mitad de aquellos modelitos. ¿Me pueden explicar porque razón hay gente que se sigue aferrando al pasado? Mirarnos al espejo e intentar revivir aquellas imágenes es más o menos como emigrar. Después de un par de años solo recuerdas los buenos momentos, las risas con los amigos y la brisa cálida con olor a sal, como si los noventa no hubieran sido un trago amargo para mas de uno. Pero volviendo a donde estaba, la nostalgia y la moda. El sentimiento en si ya esta cargado de tristeza, así que de un inicio la cosa empieza mala, presume una perdida o la distancia de un momento que no va a volver por más que lo intentes. Te imaginas que con ese presupuesto no se te va a ocurrir nada bueno.   

En principio no creo que ninguna de mis clientas sea consciente de esto que digo, pero una gran parte cubre el cuerpo para no ver lo que pasa con él, hechando de menos un figurón que nunca llego o maldiciendo a las tres mil vírgenes por bendecirla por esa boca que todo lo traga y hasta el agua le engorda. Otras se aferran a aquel trajecito que le ha quedado pintado toda la vida como si la vida no la hubiera transformado a ella. Mientras que otras van nadando con la corriente, probando todo lo que propone el mercado. Y ahora vengo yo a mezclar piña con bicarbonato. Esta actitud ante la moda me preocupa porque lo veo en tantas otras facetas de la vida, por ejemplo en la sexual. ¿Cuántas mujeres no intentan concentrarse en ser super eficientes laboralmente, ser excelentes madres, lumbreras de las artes marciales, que te cambian un bombillo o te tapizan un sofá para olvidar que el centro de sus cuerpos es la zona pélvica, motor de amor y vida?¿Cuántas mujeres no añoran las aventuras de los primeros tiempos y la verdad es que yo no creo que el pasado sexual de ninguna de nosotras haya sido mejor? Al inicio la experimentación no es lo más importante, sino la repetición para dominar las técnicas básica. El ejercicio al final es más mecánico que otra cosas y sabemos que lo básico no es divertido. De joven el sexo se impone como lenguaje casi único y la verdad es al final del partido un par de tetas no halaron mas que una carreta. Después vienen los libros, las faltas de aire, las películas pornos y encuentras en el imaginario colectivo un sin número de conexiones entre tu cintura y tu cerebro, entre tu cintura y tu futuro, entre tu cintura y la economía nacional, el producto interno bruto, la posible exterminación de la especie, la propagación de ciertos virus, el origen de la cultura del miedo. Lo mejor es tomarse un café y darse cuenta que probablemente el mejor sexo que tuviste duró solo un beso, te cargaste dos orgasmos y no hubo penetración. ¿Y cuántas mujeres se montan en la historia de turno, porque lo que importa es el momento del cariñito y lo demás se lo dejan a la dialéctica?  Yo creo que yo soy todas ellas juntas. La que usa el camisón tres tallas mas grandes, el babydoll y si el mes que viene hay que ponerse lentejuelas en el blumer, a la hora que me llamen voy. A mi me gustaría también verme como una gacela como cuando tenía los abdominales definidos y usaba unos pantalones de tiro tan bajo que ni zipper llevaban. También me gustaría dar las cinco vueltas de carneras que daba en una cama y en la posición que me pusieran, seguía siendo la reina del baile amando a Reinaldo, Pepito o Ricardo, pero el tiempo pasa y no es por gusto. Aclaro que no estoy clasificando ni estilos ni capacidades, estoy intentando decir que aferrarse al pasado es tan nocivo como ignorarlo, hay que probar y aprender, recordar y aprender, olvidar y aprender, bailar y crecer.

Hace ya seis semanas que estoy en casa. Los otros días pasaron unas mujeres del barrio por delante de la ventana, mi único lugar para ver el mundo, por el momento. Estaban vestidas como siempre, práctico, cómodo. Usaban pantalones con bolsillos a los lados donde me imagino que podrían guardar lo mismo un tete que una kalavnikov. Sus camisas eran bastante ceñidas al cuerpo, también con bolsillos. Los tonos grises las camuflajeaban y me asusté. Ya las había visto antes, siempre iguales ¿Podría volverme yo como esas mujeres? ¿Serían ellas como mis clientas? Coherentes, siempre iguales. Si pienso en sus vidas amorosas como un espejismo de sus imágenes estéticas, me van entrando calambres. Posiblemente mi vida sea también tan camuflajeada, pero si es así no ha sido a propósito. Yo quiero seguir apareciendo un día de mafiosa y otra de gitana, un día amando a romperme una costilla y otros al mas estricto estilo gregoriano. Yo me auguro mi mundo con acciones coherentes, pero llena de emociones alocadas, donde no solo la palabra sea el único camino para sentirme libres. No quiero que me dicte la nostalgia o el pasado el siguiente movimiento. Si hay que mirar atrás y salvar algún retazo no será un drama, pero me aterra pensar que mi imagen vaya a otro ritmo que el de mis caderas, que el de mi sueños. 

Cuando eres extrajera tienes días donde te atrapan las añoranzas, pero ellas no han logrado hacerme peor amante, ni mas isleña, no han logrado que ignore el azul intenso de otros cielos, ni que resalte entre tanto monte por creer que soy el cielo.