igual que en un escenario

 
vampir2.jpg

Teatro, la vida es puro teatro. El otro día conversaba con una amiga sobre la rutina y el sexo. Ella casada de siempre, con hijos y perros, estaba dando tumbos entre la decisión de un divorcio o poner a su familia en venta, le daba lo mismo en pie que en piezas. Yo escuchaba, ella monologaba como poseída. Mientras se desahogaba mi cabeza hacia un repaso de mi vida y la verdad es que personalmente no recomiendo el Kamasutra sin antes consultar con un médico de cabecera o tener conocimientos de carpintería. Ella me contaba historias de terror y misterio, sobre despertadores programados por iCloud para tener un encuentro romántico porque se había esfumado la iniciativa en su casa. Mi cerebro buscaba alternativas „bueno, hacerlo con un prospecto, paso a paso en compañía de adultos podría ser un tanto incómodo dependiendo de las ansias de reconocimiento, o las reacciones ante la crítica, porque si la gente mira alguna opinión tendrá. Entonces ella que parecía una locomotora me decía que en su casa estaban todos perdiendo el interés por el sexo, hasta ella. Yo solo veía a la cortesana francesa que tenía tatuado en el tronco de su árbol genealógico, así que yo ,con tanto ron y puré de malanga de cimiento no podía entender que perdiera interés en algo que es una necesidad vital, básico y primitivo.

Este caso debería caer en manos de especialistas, yo le aclaré que muchas experiencias en el tema no tenia pero que podría darle el teléfono de amigos míos que a pesar de los veintitantos años de relación aún se ven rozagantes y les brilla el aura con solo mirarse. Pues ella no quiso, yo intenté hablar lo menos posible y es ahí donde me delaté. Porque quienes me conocen saben que si evado un tema es porque tengo ya una teoría y seiscientos sesenta y seis tesis irrefutables. En principio le aclaré que mi falta de experiencia no era porque fuera ajena a las rutinas, sino porque durante mi juventud las historias eran cortas y ante de que se me quitara el salto en el estómago ya me estaba encargando de volverme a exaltar. Fue un tiempo convulso, de experimentación y recopilación de sabiduría. Algún envidioso podría darle otro apelativo pero eso no es tema que atañe. El punto es que mi primera y única relación larga la comencé ya pasados los treinta años. Como anteriormente había tomado la vida por un laboratorio, llegaba la hora de concretar la prueba con público ya que tenía una idea vaga de lo que quería y cómo. Así me di cuenta, lo que mejor podía aplicar era lo que había aprendido en la universidad, las artes escénicas. 

Yo sé que un día de tanto repetirlo se convertirá en realidad - el teatro y la danza deberían ser parte del sistema de educación como lo son las matemáticas y la literatura. Cuando hablo de teatro y sexualidad no estoy hablando de lo grotesco de dar tres chillidos, morderte los labios y tirarte los pelos para engatusar a tu pareja y que crea que te llevo a la luna en la punta del Spuknik. Hablo mas bien del teatro de Grotovski que decía que había que desnudarse y ser uno mismo, si te da un calentón en la cocina, pues encuérate y trasmuta. Con estas técnicas no necesitas nada, ni vestido de enfermera, ni botellita de espumante, ni nada. Grotovski como si hubiese vivido en las Habana de los noventa gritaba a los cuatro vientos que la verdad estaba en el teatro mismo y no en sus ornamentos. Así que entras en catarsis sin penas ni rasponasos en los meses de verano y eres una reina, éxodo total de la rutina. Si te hartas de tener que mover los hilos del maniquí , usa las técnicas de Artaud; tú el centro del universo, tu locura, tus necesidades, tu manos. Invitas al amor del momento y lo pones de alter ego a la contraparte, que puede ser desde El cartero Fogon hasta Marlon Brandon en un Tango en París. Stanivlaski no lo aconsejo porque se pone profundo y crear un personaje y todo eso, es la mar de complicado y puedes caer en malentendidos.

Como ves tus misiles antirutinas no están ni en una tienda ni el baño de una discoteca, el secreto es re-conocer y fantasear. Como casi todo en la vida, para sacar hay que primero meter, no te puedes montar un show de calidad sin antes leer, ver cine o escuchar buena música. Pero yo creo que lo mejor es leer. Porque el cine ya propone un escenario que es difícil de sobrepasar y suele ser peligroso. Yo conocí una vez a una muchacha que quiso montarse el tinglado en un árbol porque sus inquietudes eróticas estaban en las manos de un Tarzan, en medio del estira y encoge, resbalo y cayó, no te cuento los días que estuvo enyesada. Su compañero para animarla le decoró la habitación como la jungla y le dijo que la próxima vez dejarían el hiperrealismo a un lado y sus fantasías las inclinarían mas a la narraturgia. Por otro lado la danza aporta libertad, y tiene el mismo principio que el sexo, a través del movimiento ( o sin él) irrigar energía y sandunga.

 

Pero de todo esto lo más preocupante para mi era su repentina adaptación a la abstinencia. Sus explicaciones, menos científicas que las mías, estaban cargadas de un sabor amargo que aquello  venía de otra parte. Entonces me dijo que ya no tenía edad para eso, sus hijos estaban grandes y en la radio ya ni siquiera ponían música de sus tiempos. Por poco me da un soponcio y le hablé de la cintura que dio Chaplin hasta los ochenta, y de la india que salió embarazada con mas de sesenta, y no fue con inseminación artificial, le hablé de una prima de mi madre que con setenta y dos el esposo le rompió una costilla en una tarde de pasión. Le di tanto y hablamos del cuerpo antes y después, de como es bello el arte mientras mas se conoce, que no hay radio ni entorno que decida que edad de tus deseos.

La mandé a casa con su primer libro entre las manos „El corsario Negro“ porque los clásicos son siempre buenos y las aventuras invitan a Eros y si la próxima vez la veo medio tiesa ya le tengo una buena selección de literatura latinoamericana, un disco de Sabina, café y azúcar para inyectarle vida.