hojarasca

 
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Cuando la gente llega a la tienda e intercambiamos unas palabras en la caja, la pregunta que con mas frecuencia me hacen es de donde provengo. Yo siempre jocosa les digo que de Appenzell o de el primer nombre de montaña suiza que se me ocurra. Es tan evidente que no soy de aquí y con el tiempo de ningún lugar, que la respuesta casi siempre me salva de una situación que podría tener muchas lecturas. Podría ser la búsqueda de historias colectivas, la construcción de un muro o la señal en el suelo de tu pa’lla y yo pa’ca, tantas veces es la anticipación de un discurso sobre política, geografía o religión, de esos que me encantan. Pero dejando a un lado las paranoias casi siempre me preguntan para explicarse de donde sale tanta sandunga y desfachatez. Cuando al final les digo que de la mayor de las Antillas me cuestionan, como si pusieran en duda mi sinceridad, por que el tono manjar blanco de mi piel en vez del caramelo amasado por los dioses que el mundo piensa tenemos todas las cubanas. Entonces viene otra colorida explicación de mis orígenes. Por si las cosas aclaro que nací de la acera del sombra, debajo de una sombrilla de playa, que mi madre se alimentaba de limones y coco rallado o que tenía complejo de Heras, oye que ningún hijo se le parecía en nada. Lo mas complicado de esto es la mezcla de mariguana con cake que yo tengo desde la raíz de mi árbol genealógico hasta de mis gustos estéticos. Tengo más de cuarenta años pero no renuncio vestirme de judía ortodoxa o bailadora de carnaval, aunque tengo algunos días en que la gente casi no me puede reconocer debajo de tanto trapo. No se distinguir que combinación de colores es más favorable, porque para mi todos pegan y según el estado lunar, soy con las ropas como con la comida, si el policromo no tiene más de cinco integrantes, no como y lloro. 

Estamos entrando en la colección de otoño, la tienda se visten de oscuro y yo porque tengo que ir siempre a la contraria me visto de blanco como si estuviera iniciándome en la regla de ocha. Comienzan a entrar las clientas que quieren renovar sus escaparates para la estación y comienza el drama de ser, parecer, luchar, probar. Ayer vinieron dos mujeres, una contemporánea conmigo y la otra un par de años mayor. Se querían probar una chaqueta pero no teníamos la talla en exposición. Les brindé mi ayuda y después de un corto pa lante y pa tras, fui al almacén en busca de la pieza. A la hora de los mameyes, me percaté que la razón por la que no se decidía era por el diseño de la manga. En la zona de los hombros colgaba una cinta abotonada y ellas pensaban que la posición correcta debía ser como una charretera clásica. Les expliqué que aquello era un toque simpático, una versión de algo tradicional sin arriesgar demasiado. Después de un par de minutos les propuse que no compraran la chaqueta en ese momento, yo la dejaría en reserva y ellas tendrían espacio de tiempo para decidirse. „Mira, yo te puedo vender la chaqueta, una pierna de puerco y un seguro para el carro, pero cuando llegues a tu casa me vas a odiar y me la traerás de vuelta en la semana, y yo tampoco quiero eso. Con la ropa como con las personas si no capta tu atención en los primeros diez segundo, todo lo otro es convencimiento. El punto es que si tienes que darle tanta vuelta a algo, es que en realidad no te gusta.“ Para mi sorpresa, la mujer se sintió aliviada y me agradeció la opción.

La segunda pregunta clásica que casi siempre me hacen es, si me gusta estar aquí o si no extraño mi país, con la temperatura y el mar. Tantas veces quisiera tener un sofá en la tienda con una maquina de café y un proyector para ponerles a esas personas una presentación de Power Point sobre el tema. Les tengo que contar que después de quince intensos años si no me gustara estar aquí ya me hubiera vuelto a mudar a otro punto de este planeta. Que el tema de extrañar es tan relativo porque yo estuve mas cerca de mi cultura cuando puse un océano por el medio. Pero en realidad intento llevar un poco de mi esencia a todos los escenarios donde me encuentre y eso lo hace todo mas llevadero. Lo que realmente extraño que es a mi tribu. Esa gente a las que no les tienes que explicar nada y saben que escondida en la hojarasca tu pasión tiembla. 

Hoy esperé a la clienta, no vino, espero no se avergüence y regrese. Quisiera decirle que no tiene que ser moderna o clásica o tímida o regia para que le crean en la vida. Mírame a mi, ni poniéndome una maraca en la cabeza descifrarían cuando de caribe tienen mis curvas, cuanto de  monte tienen mis hambres. Pero así vamos, disfrazando con sarcasmos los puertos, y haciendo viejas las nuevas caras. El viaje es eterno.