fuera'e frio
Hace un montón de años tuve en mis manos el libro de bolsillo de Carmen Rico-Godoy „Como ser mujer y no morir en el intento“. Ahora mismo ni aunque me torturen recuerdo mas que un par de frases, pero de algo si estoy segura, con el respeto que amerita la muchacha, aquel texto a mi no me enseñó na. No es que quiera criticar de ninguna manera ni a la autora, ni su obra, pero del tema tengo pa comer y pa llevar. Pasaron un montón de primaveras y en esto de la venta al por menor de moda lowcost, he desarrollado la vista de un murciélago y el olfato de un ornitorrinco, con respecto a nosotras las mujeres. Aclaro en caso de que me pidan una valoración de la como ser mujer y subsistir a estos tiempos.
Comienzo apuntando que en el noventa y uno, años en que salió el libro, no había internet, así que a pesar de lo complicado que podía ser todo para nosotras las féminas, no se puede comparar con la compartimentación entre la realidad y la virtualidad de hoy en día. Por este motivo tampoco el comercio actuaba tan agresivamente como ahora y mucho menos con la inmediatez y la accesibilidad que tenemos a todos los niveles. Entonces la cultura machista estaba en su cuarto o quinto resplandor y las mujeres daban sus primeros pasos estables en eso de la igualdad y los derechos. Sabíamos muy pocas cosas de nuestros mitos y la posibilidad de asemejársele no era ni medianamente lo que es hoy. ¿Que te gusta la Barbie? Resuelves con una cita telefónica y en unas ciento cincuenta operaciones, boom, Barbie por una temporada. ¿Que te encantaría tener una estatua de tu escultural cuerpo como la Venus de milo? Agarra de nuevo tu teléfono y en un santiamén te imprimen en 3D una estatua del tamaño que te de la gana, sin necesitad de pagar ni la entrega a domicilio. ¿Que quieres desmontarle el personaje a Christina Koch? Te metes en Google media hora y usted le sabe a Cristy hasta donde compra el papel sanitario. En fin que el siglo veinte y uno nos ha puesto la cosa más difícil aún a las mujeres.
¿Qué les cuento yo si le sumamos a eso que pasamos los cuarenta años? En principio todos esperan que tengas tres hijos y un divorcio. Que hayas tenido un mediano éxito profesional y que seas un oráculo con patas. A la tienda entra gente que me mira como si estuviera yo fuera de frio y otras como si les pudiera decir después de un empujón hasta los números de la lotería. Lo difícil es mantener la expectativa cuando no tienes ni animales domésticos, de divorcios llevas unos cuantos a cuesta, porque eres emigrante, has tenido que empezar como tres veces desde el embrión del desarrollo profesional y de adivina no entiendes ni pretendes. Ahí es donde yo pondría a la Rico-Godoy a reescribir el librito.
A toda esa presión social súmale la presión mediática y porno estática. Nosotras las mujeres hemos luchado incesantemente por gozar de las libertades de nuestros pares. Por ejemplo tantas reivindicando que la edad no es un problema para las relaciones amorosas, ahí esta Madonna que no sale en Intagram sin su novio, Shakira con Piqué, Lisa Bonet con el lindo de Jason Momoa y yo feliz por ellas, pero me han puesto el picao malo a mi. Primero porque ellas son bellísimas, en su vida han entrado a un gimnasio, el gimnasio es parte de sus casas, alimentadas con leche de cabra tibetana toda la vida, no con leche en polvo hasta los siete años como yo, una mujer hecha en tiempos de bajo costo, de escasos recursos y limitadas posibilidades, que tiene que tirarse a las calles cargando el peso del mito de la mujerona madura con una sola arma, la creatividad. No saben las veces que escuché a la mulata Esterbina, ya pasadas las cinco décadas, que ella era la mulata de las tres c, cara, cuerpo y corazón. Mientras que a mi en un acto de restricción me dejaron una sola c, la de carisma.
A las mujeres de antes las veían solo los que iban al cine y allí estaban ellas, la Marilyn, la Sofia Lorens, Maria Callas, perfectas, intocables, pero estas de ahora te salen en Facebook en pijama, sin maquillaje y tú te cuestionas la genética, los hábitos higiénicos y hasta el chiste del universo. Conmigo el mito de que poseo conocimientos especiales de las artes amatorios, solo por superar en edad a un porciento determinado de la población mundial, tiene menos sustentabilidad científica que la influencia de la luna a la hora de freír un huevo en una sartén antiadherente. Podría alguien avisarle al mundo del entretenimiento para adultos que no somos máquinas de sexo, que nos gusta que nos mimen y enamoren tanto a las adolescentes como a las que adolecen. Que posiblemente muy poca de nosotras cambien sus hábitos de lectura o alimenticio después de su onomástico treinta y nueve, imagínate tú, la actitud ante la vida y el sexo. Yo no digo que no haya una diferencia pero lo máximo puede ser en el ritmo y la observación, porque el resto seguimos siendo las mismas de siempre. No estoy generalizando y seguro habrá algunos especímenes que pongan en alto las fantasías de artistas y vendedores de cremas cosméticas pero yo, a estas alturas, lo que tengo es una lista de desdichas, malos amantes y nuevos padecimientos. La verdad es que pesa la idea de tener que ser una tigresa del oriente en la cama y que no den por ello ningún reconocimiento. Mi pregunta es? Quien escribirá un manual de formación actualizado para enfrentarnos al Tinder, Instagram, la cola del pollo y el día del cobro, mientras la piel se agrieta, el lagrimal se ensancha y nos volvemos incrédulas? Yo realmente no puedo ser de ayuda, porque cada mujer es un mundo, cada mujer es un libro. A ustedes la aventura de descubrir si tienes en tu camino a la Victoria de Samotracia o a la Gioconda, a Maria Magdalena o Teodora de Bizancio, una guerrera o un silfide, pero eso si, da a todas por igual la posibilidad de volar bajito y promete que ante el miedo de sus alas guardarás el yugo y tomarás abrigo.