a mas tiempo, mas tiempo
De este lado del mundo cuando sale un rayo de sol se vive una vez mas. Las faldas se acortan, los vestidos se desahogan y enseñar medio cuerpo es algo tan natural como caminar. Si a eso le sumamos que han suavizado las medidas de protección y la gente puede socializar con mas normalidad, cuando cae la tarde se potencian las sensaciones como si dieran tres vueltas a la rueda que da calor y luz. Inmersa en esta vorágine de veraneo hecho en china, pues me senté en un barcito y cuando llegó la pregunta de que deseaba, llegaron también un montón de conflictos. Me empecé a cuestionar la carta y cuando hice el primer descarte por precio, llegó el filtro social. ¿Una cerveza será muy varonil? Que se yo, para mi es fresquita y de donde vengo un símbolo de estatus social. ¿Un ron? Ni muerta, porque me derrito por dentro ahora mismo, aunque mis hormonas quisieran altas temperaturas y sabores interesantes, todo el mundo sabe que el solsticio es una época ideal para el apareamiento. ¿Un vino blanco? ¿Pagar por algo que solo me va a dar satisfacción hasta el primer centímetro de la traquea? Como ven he terminado mi día laboral y estoy como mis clientas. Que si ancho me veo como un saco y no atraigo ni a mi polo opuesto, que si apretado pensaran que me vendo mas barato que un helado en el polo norte. Que si el color es chillón y llamo mas la atención que un semáforo fuera de servicio, que si tiene colores suaves, parezco mas vieja que la madre del escultor de la pirámide del sol en Mexico, en fin que esto de decidir se me estaba complicando mas de lo pensado, gracias al cielo existen los amantes de su profesión y yo di con uno de ellos. Pues como no quiero parecer una jovencita apretada e inexperta que apresa a cazadores principiantes y me divierto siendo mas yo, una medio señora, medio seria, medio decente, medio todo, medio nada, que quiere disfrutar del buen tiempo y del buen vino y confía en la gente que estudio pa „eso“. Miré al camarero y le dije „me encantaría que me sorprendieras con un vino que me haga suspirar y pensar“. Su cara se iluminó. No tuve que esperar mucho, él estaba allí, como yo en la tienda, ansioso por encontrar a alguien que se dejara llevar por su experiencia y viajara a su lado. No me dejó decir nada. Me trajo un copa gigante para que además de gozar del cate, disfrutará del bouquet.
„Creo tener algo que podrías conocer y disfrutar. Este vino es como una mujer que ha vivido mucho“ Mi entrecejo se frunció pero entendí su estrategia, la provocación llama la atención. Me enseñó la botella empolvada. No me quedó más que sonreír porque tenía algo de razón. Así nos sentimos las personas que hemos vivido muchas cosas, empolvadas como si fuéramos parte de la estantería de un corsario. „Llena de secretos que solo podrás entender si divides tu boca en tres“ Este hombre era de mi especie. Un vendedor de sueños y verdades colectivas, un sommelier improvisado conmigo, que no se nada de vino pero si de mujeres. Lo miré incrédula y coqueta, pero el tipo ni tembló y continuó con su farsa que cada vez parecía más verdad. „Si, en tres, y como a las mujeres con experiencia , se le bebe despacio y sin crearse expectativas“ Este hombre al parecer sabía de lo que hablaba. Degusté un vino merecedor de tres veranos, no se si por la uva o por la galantería del que lo presentaba, pero allí estaba yo, con los ojos cerrados, amando mi boca dividida en tres, mas que al vino.
Entonces en el tren me acordaba de cada palabra de este chico y pensaba en las mujeres que conozco, en las mujeres que soy y las mujeres de mi tienda. Una pena me inundó cuando me di cuenta del tiempo y la energía que invertimos para empaquetarnos bien cuando al final todos disfrutamos realmente solo del contenido, del camino que hacemos con las sensaciones y nada mas.
Hoy en la mañana una muchacha estaba con su amiga, me llamaron solo para confirmar que su colega no la dejaba caer por un barranco estético. Entonces fui complacida y me contaba que le había encantado un vestido, del que solo teníamos una pieza. Era la talla S y ella no usaba esa talla desde que tenía ocho años. Se veía maravillosa. Lo que otros se pondrían holgado, se ajustaba a sus curvas y enseñaban, según el rubor de sus mejillas, su inocencia con sabor a frutas del bosque. Era evidente que su cuerpo estaba muy poco expuesto al dolor y los trastes de las relaciones tóxicas. Su piel color de cuajada con vainilla estaba protegida por la vista de sus allegados, por lo que jugaba con las telas y las tallas entre carcajadas. Era maravilloso, no le quito mérito, pero cuando miro mi cuerpo que habla de guerras y amantes como si fuera una novela rusa me doy cuenta que no estoy ajena a la presión mediática del cuerpo perfecto y suelo observar crítica cada herida, cada curva. Hoy por suerte, evoqué el vino y sus veinticinco adjetivos. Abocado como los días en que recuerdo a los que me faltan. Acerado como mi piel antes de dormir, empavesada de cremas para soñar que con ritos le digo a mi cuerpo que lo amo y detengo el tiempo. Afrutado como mis aventuras y mil personalidades. Astringente como mi vagina con los amantes molestos. Carnosa como un beso a escondidas. Decrépita, espesa y terpénica. Apta solamente para visitantes con paciencia, exploradores de las sensaciones fuertes. Para el resto está el pru oriental o el refresco instantáneo. Pero como dice siempre mi madre para que el mundo sea mundo tiene que haber de todo, incluso quien se tome el tiempo de buscar en los rincones las maravillas o quienes lo quieran todo rápido y fugaz como un rabo de nube, una tormenta en la noche con un cuerpo novel y tierno. Yo no , yo me quedo mejor con todas estas cosas, pequeñas, cuarentonas y fantasiosas.