Divino guión

 
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„Hay gente a las que un recuerdo les basta para toda una vida“  diría Mercé Redoreda en su novela Espejo roto. Yo soy de las que cree que los recuerdos se hacen todos los días, especialmente cuando comprendes que está en tus manos el camino que tomas.

Habana abierta cantaba en el noventa y nueve que la vida era „Un divino guión“. Por aquel entonces yo me restregaba con los cuerpos de colores en el Malecón, sudorosa, mezclando rock n’roll con timba, colonia barata y agua con sal, alcohol recién destilado con limón, pero no supe lo que querían decir aquellos mal hablados emigrantes de pantalones apretados, pelo largo y drelos,  hasta que me convertí en uno de ellos pero en otras latitudes. Como me hubiera gustado caer en Barcelona en los brazos de un snobista literario, en cambio resbalé a orillas del Constanza en manos de un hombre sin patria ni límites. Allí entendí que lo difícil de la libertad era que los bordes del abismo no están iluminados. Que salir de la isla sería tan complicado como permanecer en ella porque las islas están en todas partes, hasta debajo de tus ajustadores. Que el sexo con los criollos era lo mismo que el sexo con los europeos porque al final la clave la llevaba yo entre las piernas y no ellos. 

El lunes en medio del traqueteo que significa traer normalidad a una situación especial, entiéndase mascarillas, desinfectantes, distanciamiento social, nos pusimos a filosofar una trabajadora de diecinueve años original de Italia, una clienta suiza de unos cincuenta y cientos años y yo. Conversábamos sobre los pantalones campana. Una que si era una nueva moda, otra que si los había usado por allá por los sesenta y yo que recordaba tenerlos como única pieza en el dos mil. En fin que de nuevo estilismo nada, nos están pasando coles por lechuga y papas por malanga

No me preguntes como saltamos de las anécdotas del dichoso pantalón a lo que salva la buena memoria en momentos de desasosiego y desespero. La más joven con su visión deprimida de estos tiempos, decía que temía no llevarse ningún buen recuerdo al futuro. La señora se aferraba a un pasado que siempre será mejor, así la retengan en un hotel seis estrellas con todo incluido, sus teorías del reciclaje de la moda y la crisis creativa seguro se merecían una cena con una botella de vino para protestar por la decadencia occidental. Ella hablaba y yo en mis adentros cantaba el elefante tiene cuatro patas y una memoria que te aplasta… que te aplasta. Yo en tanto, recordé como si fuera ahora, la primera cita que tuve con una cartomántica. Le decían somatón, te podrás imaginar lo acertada que era aquella mujer. Hoy con la distancia de casi veinte años, me doy cuenta que la encorvada octogenaria era un ángel de vacaciones en la tierra, porque regalaba esperanza y cambiaba de veras la vida de todo el que por allí pasaba. La puerta del cuarto era de retazos de madera y cuando la tocabas retumbaba todo el edificio. „Ohhh, estás por encontrarte a un hombre alto con el que tendrás muy buenas camas“. Más alto que yo es el ochenta porciento de la población mundial, y que aquella mujer dijera que tendría buen sexo con el próximo que me encontrara, me cambió la percepción total de la vida. No es lo mismo enfrentarte a la aventura para sustituir un recuerdo o alcanzarlo, si es así estarás a dos pasos del fracaso. En cambio vas con la seguridad de que todo siempre será  mejor, te convertirás en una hacedoras de recuerdos. 

Mis interlocutoras estaban inmersas en un silencio que velaba el dolor, el hambre y hasta la muerte. Así que yo subí la parada para que salieran del letargo cultural con el escándalo de mis verbos. „No se crean que no tengo malos recuerdos, que todo ha sido color de rosas y que me ha llovido la fortuna. Estoy divorciada dos veces y las despedidas abruptas o de mutuo acuerdo, siempre son duras. Mi corazón procesa, sufre, baila y canta lo que sangra. De un tiempo para acá me di a la tarea de producir recuerdos, mientras aprendía ,con la experiencia y no en un libro de anatomía humana o un video de YouTube, que mi clítoris no era el mando de un video juego. Por mucho tiempo me escupí la mano para humedecer la vagina. Hice de aquel gesto una rutina y así no lastimaba la autoestima de mi amante, llegué a pensar que podía ser el protocolo de todas las parejas casadas, pero estaba muy equivocada. Las aguas llegan con el deseo, el deseo se hace como el pan, amasando para despertar el gusto y el olfato antes de clavar el diente. Aprendí a destiempo en mi hacer recuerdos, que los labios inferiores lacerados y las rajaduras no eran seña de una noche de pasión sino de que nada andaba bien.“ Se podrán imaginar las caras de aquellas dos, después de decir un par de veces clítoris, vagina, humedad y escupidera. Era como si hubiera dictado un conjuro para traer a los siete diablos, al final creo que no entendieron absolutamente nada.

En fin que no importa como, cuándo, ni dónde, si estoy lavando las ropas o haciendo natillas, la voz de la cartomántica que me anuncia un futuro mejor, me la pongo yo misma en estéreo todos los días. De donde vengo hay un diamante de los más brillantes dentro de todas las almas. 

A veces cuando la cosa se pone mala y no supero el momento, saco del baúl el mas cercano o intenso de los recuerdos: la caída en una bañadera durante un baile exótico, la escalada a un árbol para amar como Jane de la selva, el primer orgasmo. En fin, que el pantalón campana me llevó a los brazos de un cienfueguero, a los besos de un artista plástico, a los deseos inmensos que siempre he cultivado simplemente para confirmar que La vida es un divino guión.Ya se que sí.Ya se que no. Eso si, el guión lo escribo yo.