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Zapatero a sus zapatos, eso lo escuché tantas veces que hasta perdió el sentido, aunque mucha gente debería decírselo todos los días. En estos tiempo en lo que todos exigen respeto, hasta irrespetando, yo me sumo, y pido, que al menos conmigo, se dejen de confiancita con el fin de asumir roles que no les competen. Es que somos muy metiches y de pronto, la amiga quiere ser tu madre, el novio tu mejor amigo, el maestro tu masajista sexy y la vendedora la psicóloga del mes. Yo aclaro esto porque si tú le pides un consejo a una vendedora simpática como yo, pero solo para sentir la musicalidad de su voz y para que ella te atienda y te sientas querida, pues muy bien. Pero si el consejo es para algo importante, de vida o muerte, vaya al psicólogo, que esa gente estudió para eso. Parece una banalidad pero no lo es. 

Esto es una simple alusión a lo que realmente nos importa en este artículo, el peo. Y ahora pensarán que me volví más loca aún, espérense un momento, les explico. Yo creo que un peo es una muestra de excesiva confianza, algo que solo se le permite a unos cuantos. Cuando un novio o un marido vuelca sus furias gástricas hacia ti, esta metiéndose en terrenos al que solo pueden acceder contados amigos y familiares. Sin darse cuenta lo que podría ser un acto cómico se convierte en un cuchillo gigante que apuñalará el lado erótico de su pareja. Muchas personas hacen eso solo para acortar distancias y buscar protagonismo. Su finalidad es volverse omnipresentes para luego ser omnipotentes. Así que al primer gas, corra. Por favor, les invito a ir más allá de lo que significa realmente arrojar o expeler la ventosidad del vientre por el ano, y lo vean simplemente como un símbolo de la decadencia, romántico, copular y erótica. Algo que podría hacer el abuelo y queda para siempre como la mas chistosa anécdota familiar. Pero que tu pareja después de haberse artado de judías, te torture maquiavélicamente con risitas y flatulencias todo el día, que apoye incluso su trasero en tu muslo para aumentar el sonido vibrante del irrespeto, eso es mas de lo Hedoné podría soportar. Luego llega la noche y ese mismo amante caluroso, te susurra al oido „mami te voy a dar todo lo que tu cuerpo pida.“ ¿Y que le puedes decir? “De habérmelo dicho antes te hubiera pedido una máscara antigás”. Pues eso así no funciona. Según un estudio sin bases científicas, hecho por mí, es una de las principales razones en Asia, Europa y Oceanía por las que existan los/las amantes, es ese el nicho de belleza y romance que todos necesitamos.

Cuando hablo del gas por indigestión, hablo de la cabeza embarrada de tinte, de los pantalones caídos enseñando el entrecejo, hablo del hurgarse la nariz „pfui“, de la dulce forma en que dicen „mi gorda“ como sustituto de tu nombre o de simple „chuchi“, del rechupado de los colmillos, esos son todos, según mi estudio, peos del alma. Hay una serie de actos naturales que la pareja debería tener censurada para seguir ocupando el lugar del príncipe o la princesa azul por el que tanto luchó. Una regla elemental debería ser, lo que no te atreves a hacer en la primera cita, no lo hagas nunca. Pero todo eso pasa porque nos encanta metemos en roles de los demás. Y ahora van a ver que esto es un fenómeno que toca todos los sectores. Hace unos años trabajaba para una compañía que estaba especializada en los textiles, al ver que su poderío se extendía allí donde ellos quisieran dijeron, tú sabes qué, vamos a vender zapatos también. Que pasó, pues un día estaba yo recogiendo la zona donde me tocaba trabajar y llegó una mujer altísima (luego descubrí que era un transgénero bastante famosa), yo la veía como de cinco metros de estatura, tenía en las manos unas botas largas como railes de trenes,  que en ese momento eran el grito de la moda y que de veras le venían a medida, porque a mí me llegarían a la ingle. Pues las botas en cuestión costaban unos cuarenta francos. Yo les digo que amo a la gente que se da a ver, así que como mosca directo al pastel fui a ofrecerle mis servicios, ella tomó mi actitud como si ella fuera Cher y yo una de sus admiradoras. Con cara de quítate tú, para ponerme yo, me preguntó que si las botas eran de piel de verdad. Mi Yo maligno, porque como todos los mortales tengo un lado bueno y otro malísimo, la miró de abajo hacia arriba y le dijo, „tú viste de que largo son esas botas? Ni con una vaca entera, y cuánto cuesta una vaca, por supuesto que son sintéticas.” En ese momento corriendo salió mi Yo bueno y sonriente le dijo: pero es imitación muy buena en textil, que es nuestra especialidad, y así hacemos alguito por el medio ambiente“. Que le podía decir yo, que los zapatos que vendíamos ya venían con ampolla. Que las hormas que usamos son para pies de bailarina, pero bailarinas del Bolshoi. No se lo podía decir, porque no iba a perder el trabajo por una diva principiante. En mi metro cualquier cosa, yo empaqueto una cantidad de orgullo y ella me había provocado, así que me daban ganas de decirle „Esta tu niña… si quieres zapatos buenos, cómpralos en una peletería o búscate un zapatero, pero nunca confíes en el negocio que quiere acapararlo todo. Eso mismo te va a pasar en la vida y cuando vienes a ver ese que te cuida como un padre, te divierte como un amigo y te conoce como un hermano, capaz que sea como los zapatos míos, que vienen con ampollas y al final te atraca y te roba las pelucas.“ Después del rifirrafe de miradas insolentes, la Cher pegó un cuarto de giro, me ventiló con su chaquetón y sus extensiones y no compró nada. Yo me quedé loca por decirle todo lo estaba bullendo en mi cabeza, pero así es la vida.

Por lo tanto aprovechemos que ahora de cualquier cosa se puede hacer una revolución y unámonos, reclamemos por el respeto a los roles y sus funciones. Porque las „difusiones" gástricas sean solo eso, no herramientas para apoderarse del espacio que no es tuyo. Y al pedorro, “no pediré paredón para el sujeto insolente que nos hizo repente cortar la respiración, su merecida sanción…” le llegará algún día.