Buscando guayabas ando yo...
Si es verdad eso de que ejercitando se aprende, creo que las mujeres deberíamos ir mas de compras. No solo por entretenimiento sino por su carácter didáctico. Tantas veces me quedo impresionada con la precisión de los pedidos de mis clientas. -„¿Tienes este pantalón tres centímetros más corto, cuarenta milímetros más estrecho de cintura y el zíper plateado?“- „¿Me podrías decir si tienes esta blusa en color blanco nieve alpina derretida?“-„¿Por alguna casualidad tendrás un cinto que marque silueta, sin presionar la séptima costilla, con la hebilla de piel de cerdo andaluz ?“ Y yo me quedo tiesa, porque no me puedo imaginar que la gente tenga tan claro lo que quiere en la vida, cuando yo no soy capaz de decidir si tomar café o té por las mañanas.
Yo recuerdo que a mi casa llegaban las prendas de disimiles orígenes y siempre había que hacerles algo, recogerles el dobladillo, meterle una pinza, cambiarles los botones o alterar el diseño drásticamente y reciclar la tela, ya que el anterior dueño podía haber sido un tío de provincia o un difunto marciano. Esa necesidad de cambiar las cosas, por un lado desarrolló casi peligrosamente la creatividad de mi hermana y la mía, pero de algún modo nos entrenó a ver potencialidad en casi todo. Yo lo mismo me ponía una camiseta de mi padre como si fuera un vestido de punto, que un pantalón corto con una chaqueta donada por algún país escandinavo al caribe, rellena de flores de terciopelo y salía para la calle mas espectacular que Carrie la de „Sexo en Nueva York“. En el mundo del consumo, donde dicen que el tiempo es oro, y digo „dice“, porque hasta ahora yo he invertido un montón de tiempo, lo he regalado, me lo han robado y mis alhajas siguen siendo las mismas, la gente busca todo con exactitud de neurocirujanos y dejan muy poco espacio a la improvisación, perdiéndose lo mejor. Claro que si gastas un montón de dinero no vas a estar todo un domingo adaptado telas raras a tu cuerpo, pero un poquito de flexibilidad nunca viene mal y salir con un pantalón de lentejuelas de una tienda, cuando lo que querías era una bolsa para la playa, eso es pura vida. Yo tenia planeado casarme veinte veces con tipos con la cara o el cuerpo de Brad Pitt, George Michel o Lenny Kravitz, pero me casé con Joseito el simpático del barrio, que tiene la mirada profunda de Humphrey Bogart, eso es ser flexible.
Hoy en día corremos el peligro de convertirnos en una civilización muy sosa que solo juega con los códigos, y la diversión es solo mental. La individualidad está a merced de la situación económica y la locura, las desiciones estéticas están más manipuladas que los muñecos de sombra del teatro chino. Por eso los negocios online se saltan un montón de procesos que son de vital importancia en las tiendas físicas, por ejemplo „el tiempo“. Con la justificación de que nadie tiene tiempo en una tienda virtual te ponen setenta filtros. Exactamente esos que mis clientas, por suerte no con demasiada frecuencia, ya traen en su cabeza para entrar y salir de la tienda a una velocidad digna de la fórmula uno, olvidando que comprar ropa por necesidad no es justo su problema, así que comprar es mas que adquirir un producto, es una experiencia. La lista de filtros que puede ser interminable ayuda a encontrar justo lo que te apetece o algo muy parecido, en cuestión de un click. Qué pasa con el resto que podría ser interesante, nuevo, fuera de tu zona de confort, la tienda online lo elimina de tu vista y seguirás viendo solo lo que tú quieres ver, sin sorpresas, sin nuevas propuestas. Ahora regreso a la primera frase, donde les hablaba de la parte didáctica de hacer shopping en la vida real. En una tienda real tienes, por supuesto con unas vendedoras divertidas y con ganas de hacer su trabajo como en mi tienda, la posibilidad de experimentar desde otra visión. Ayer conversaba con una clienta y ella me decía que era muy buena consejera de moda para con sus amigas, que tenía un ojo muy audaz para encontrar esa combinación donde ellas se sentían bombásticamente bellas, pero que no podía hacerlo para si. Le dije que era totalmente normal, a sus amigas no le veía los complejo así que potenciaba todo lo que se debe potenciar. Pero desde dentro de su cabeza, con su vista manipulada por los medios, la historia individual, la colectiva; ella sola, desnuda delante de un espejo con solo una cortina que la separaba de la sociedad, eso eran otros veinte pesos y para eso estaba yo allí, para defenderla de los fantasmas y las lenguas largas que salían de su cabeza. Cuando terminamos le dije que ahora solo faltaba que su pareja la invitara a beber algo para ponerse el nuevo ajuar. Era algo totalmente distinto que seguro lo sorprendería y me dijo que ese si lo tenia que pedir pero no online, sino al universo, pues estaba sola y con sus cincuenta y seis años no era tan fácil encontrar un encantador de serpientes que se viera como un yogui sexy. Su pedido era realmente complicado. Inmediatamente vinieron a mi la imagen de tantas personas que por ahorrarse tiempo, además es mucho mas cómodo, hacen su pedido a Cupido a través de las redes sociales o las aplicaciones y me acordé de los filtros. En una tienda de ropa se sortean los artículos por tamaño, color, material, precio, colección pero para saber si es cómodo, hace ampollas o la piel huele a pescado, lo tienes que pedir, tantas veces pagar con antelación, probar y si no te gusta , enviarlo atrás, dando explicación de tus actos. Pero como sería con las personas. Bueno, con las personas funciona muy parecido, tienen fotos, chateas y eso sustituye muchos filtros. Escoges la orientación sexual, la edad, origen, y no hay mucho más. Pero como sabes si hace ampollas, te queda apretado o huele a pescado. Tienes que dar un paso más allá, que incluye un montón de emociones y nervios para hacer el test. En un primer momento ves si toda la información tangible coincide con la descripción de la pagina web, pero es que hay mucho mas por testar y tú vas raudo al próximo nivel. El período de prueba en el caso de un par de zapatos sería una buena hora con ellos puestos en casa, pero en el caso de las relaciones tú quisieras a lo mejor una larga noche con cena y vino. Si después de caminarlo una hora ya quieres hacer la devolución, eso no es tan fácil como con unas botas de agua. ¿Cómo justificarías el acto? No te quiero porque me quedas grande, o me quedas chiquito, el pedido llego demasiado rápido, o no cumple con lo prometido en el perfil. El problema no se puede formular así, porque el otro también tiene su corazoncito, él llegó a ti por los mismo medios y posiblemente con mayores expectativas. Si su lista de observaciones fuera tan larga y critica como la tuya, seguro no la quisieras escuchar. Así que pasas página, intentas creer que no sucedió nada y al otro día vuelves a la aplicación y sigues soñando en las redes con el Latin lover de un metro noventa, piel bronceada que pasa sus vacaciones en Punta Cana enseñando los pectorales y haciendo TikToks. En cambio en la vida analógica, como tienes que caminar y a veces el andar cansa, te sientas por un cafecito, sin tanto filtro ni tanta cosa y conversas con uno con pectorales mas pequeños que los tuyos, que no llegará nunca en su vida al metro noventa sin ayuda de una silla, pero que guarda información clasificada en sus entrañas, te saca la risa y mucho mas que eso, huele a colonia de hierbas, se conoce todos los caminos para llegar a Roma y no le teme al fracaso.
Y les digo, yo compro por internet y si el tiempo apretara y la compañía faltara, seguramente haría uso de las bondades de la tecnología, pero no hay nada mas rico que dejarse llevar por las causalidades de este mundo y toparse con gente que ni te imaginas que existe y mucho mas si te enseñan que con sus capacidades físicas y aptitudes amatorias son capaces de rediseñar tu propio mundo.