La Cabina Roja

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a la una, a las dos y ...

Querido blog, aquí estoy de nuevo. Esta vez no serás un espacio de estudio, sino mi pequeño hueco en el universo donde soltar todas las palabras que me persiguen. Después de dos años de compañía te has ganado un lugar insustituible en mi vida, así que arranquemos de nuevo…

Esta semana estoy de vacaciones y después de muchos meses de espera he entrado en un deja vu. ¿Qué hago con esta libertad? Desde que salí de mi país, lo mas complicado ha sido decidir que hacer con el tiempo y con mi vida. Estoy segura que  eso no le es ajeno a muchos, sin tener que saltarse un continente, pero yo antes ni pensaba sobre el tema. Cursaba un sendero predeterminado por un sistema educativo que no tenía atajos, rodeada de impedimentos que guiaban mis acciones, más o menos, y con una línea clarísima de movimientos. Vivía en una ciudad de la que apenas salía, recorría las mismas calles casi siempre, podía adivinar solo por el olor en que barrio me encontraba y pasaba mis días mirando el mar infinito que se confundía con el cielo azul, impregnada de la nostalgia amarga que tienen los reos. ¿Pero aquí? Aquí tengo que inventarme la estructura yo, aceptar que es mi culpa y „no de quien tú sabes“ y que si „la cosa está mala“ fue porque no calculé que existe el futuro al hacer mis movimientos financieros. Esta vez para no variar y con todas las intenciones del mundo, me complicaré la vida, sorteando el espacio, activando mi lado mas verde y dejando que la inactividad se ocupe del resto y todo eso en sesenta y cuatro metros cuadrados.

De este lado del mundo todos tienen una obsesión con irse, se parecen tanto a los del otro lado, y yo que me aferro a viajar solo en mis sueños.

Habana 12 de mayo del 2006, año cero del destete.

Serían más o menos las seis de la tarde cuando los altavoces, en idioma que solo entienden los viajeros en pánico, anunciaban que debía hacer el chequing. Mi madre era una lágrima toda y mi padre en un abrazo que aun conservo me dijo al oído „vuela“. Se suponía que fuera una metáfora, refiriéndose al nido que ellos se habían montado encima de una mata de mameyes en medio del asfalto, pero yo me lo tomé literal. Después de eso volví abordar un par de aviones, intenté el paracaidismo, por suerte una tormenta evitó el experimento, y lo mas alto que he logrado llegar ha sido con el senderismo en la zona pre Alpes, pero no se asusten, no intenté saltar. Entonces creía que ya era la cumbre y lo bastante lejano, cuando la turba de inconscientes que anda suelto por el mundo me repite como si hubieran comido pepino una semana. „¿Adonde te vas?“ Solo dices la palabra vacaciones y empiezan con lo mismo. ¿Cómo explicarles que ya yo me fui? Si tanto les abruma mi catalepsia, viajen ustedes, a mí me encanta que me cuenten cosas nuevas y ver sus historias en Instagram. No me negaría jamás una invitación a las Malvinas, Nasca o Mumbai, es solo que también disfruto este momento de inactividad.

Vivo a más de ochocientos metros sobre el nivel del mar, lo que no es poco. No me lanzo sin antes controlar la zona de aterrizaje, no por falta de valor, sino por el mal estado de mis rodillas. Desde hace mucho tiempo uso tacones de máximo cinco centímetros porque los meniscos los doné a una tintorería y no obstante la palabra volar me persigue. El cielo se llena de Globos Aerostáticos y mi pensamiento va a Matias Pérez. Me invitan a un cabaret y recuerdo Tropicana, el paraíso bajo las estrellas, donde nunca estuve, con el vuelo del zun zún. Hablan de Michel Jackson y yo pienso en nuestro amor platónico, en su cámara hiperbárica, nosotros levitando y pum, el ataque de vértigos. Eso si, de los cobardes no se ha escrito nada y yo insisto casi obsesivamente en buscar paralelismos para ver si de alguna forma alternativa llego al punto y no sentirme mal ante las miradas escépticas del vulgo, no sea que piensen que mi objetivo en la vida lo cambié por un plato de croquetas. Por suerte siempre tengo a mano criterios científicamente probados, salidos de la boca de intelectuales reconocidos. Esta vez saco al baile a mi profesor de kinesiología, entonces decía, „si importante es el entrenamiento, igual de importante es el reposo“. Me aferro al término y aquí estoy, reposando. Ay Domenico Modugno, que maravilla no sentirme sola cuando tú le cantas a quienes como yo vuelan en un cielo infinito dipinto di Blu.

Y si siguiera el camino de mis ancestros; soñadores, juglares anónimos, aventureros de incógnito, algo que se me da de maravillas. Creo que aprovecharé este tiempo y la tecnología para saber de que materiales estaba hecho el dichoso nido, porque yo no soy así de la nada. Creo tener un plan, el primer paso será una prueba de ADN. Quien sabe si de una vez desempolve las plumas y emprenda el vuelo.