La Cabina Roja

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Sentencias caducadas

foto: Simon Tribelhorn

Una tarde de domingo, entre risas y cuentos, un familiar me dijo que nunca encontraría un marido. Se desató un debate sobre el tema, mientras yo intentaba entender las razones. „Es que si a ti te invita a comer un tipo, tú comes tanto o más que él, si te invitan a beber, lo emborrachas porque tomas el doble y si el tipo hace un chiste , tú haces dos. Así no vas a encontrar marido nunca.“

Para entonces tendría yo unos dieciséis años y con la convicción de „sumisión o soledad“, disfracé mi incomprensión de locura,  y seguí andando. Tuve amores grandes, fortuitos, de verano y literarios, pero nada parecía conciliar mi personalidad y lo que dictaba la sociedad.

Años más tarde y en tierras a las que no pertenecía, fui a las oficina del trabajo en busca de un puesto. Al decir que había estudiado danza contemporánea me propusieron una plaza como bailarina exótica. Se podrán imaginar lo que les descargué. Siglos de esclavitud, olas de emigración, el mismísimo diablo colorado, envuelto en un metro sesenta y dos (para la documentación pública un metro sesenta y cuatro). Esas personas tuvieron que escuchar, en mi lengua extrajera, como yo los llamaba de ignorantes pa’lante y que además de discriminatorio, solo demostraba que yo me encontraba en el lugar equivocado. Unas tres mil palabras después, entre una bocanada de aire y la otra,  apareció la enésima sentencia. „Usted no va a encontrar trabajo nunca, es que tiene mucho temperamento, usted reacciona muy rápido, usted se lo toma todo personal“ Por supuesto porque me corre chocolate por las venas y no sangre.

Desde ese momento ha llovido bastante y por locuras del destino, en poco días cumpliré 10 años de relación con un hombre que no cuenta si como más que él o menos, que probablemente beba menos que yo y que de chistes se sabe muy pocos, pero me hace reír. Trabajo para mujeres y con mujeres y no dependo económicamente de nadie. Así que las sentencias no se cumplieron, como no se cumplen casi ninguna de ellas. Porque lo importante es reconocer tus límites y todo el resto es libertad.