La Cabina Roja

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Piropo, balde y paleta.

foto: Simon Tribelhorn

De niños repetimos patrones de conductas, tics nerviosos, frases con/sin sentido. De ese mecanismo es culpable la naturaleza. Con el fin de aprender cosas a través de la imitación nos inventó, en un pedazo del cerebro, algo que le llaman las neuronas espejo. Ellas juegan un papel protagónico en los procesos empáticos y de adaptación. Esto no lo inventé, lo dicen los médicos y la gente que ha estudiado para eso. Pues yo, como todo el mundo que vive en sociedad, aprendí de este modo un montón de cosas de mis padres; el pánico a los roedores, con excepción exclusiva de Jerry y Mickey Mouse; el amor a la lectura y la pérdida de la memoria automática de lo leído, dando por resultado emocionarme con un libro tres veces, como si fuera la primera vez; la tolerancia ante el dolor físico y los piropos.

Decirle a una mujer o a un hombre que son impresionantes, inteligentes, fieras humanas o hermosos, aunque les falte un ojo y tengan tres orejas, es algo que siempre vi hacer y por lo tanto lo repetí y repito con tal naturalidad que no me doy cuenta. 

Se podrán imaginar que eso es fuente de conflicto y malentendido. Principalmente si el cumplido viene de un similar. Primero porque nos hicieron creer que hay muy pocas probabilidades de ser piropeado por una mujer, con el solo fin de ser alabado y segundo, porque si dijéramos todo lo que nos agrada con la misma facilidad con que decimos todo lo que nos disgusta, otro gallo cantaría, la gente se asustaría menos, aceptaría la lisonja por lo que es, sin tanto revuelo, ni  buscándoles tres significados que no tiene. No pensaríamos que cualquier conocida se quiere acostar contigo, por el hecho de decirte que esos pantalones te hacen una curvas que deberían venir con un paquete de antihistamínicos, porque levantan ronchas de envidia a todas las que te miran. Entre las mujeres también suele haber mucha competitividad, y lanzar un piropo un poquito exagerado, puede ser entendido, también, como una crítica reprimida, malsana, lanzada como acto de sabotaje, convirtiendo el simple elogio en una declaración de guerra fría,  pero a una de esas tipo Rambo en medio de la jungla. En fin que por suerte yo, como una amiga mía, sin espejuelos no oigo ni veo, así que suelto el piropo, sigo andando y que sea lo que dios quiera. 

Una vez habían dos muchachas probándose ropa en la tienda, a una le quedaba de escándalo todo y a la otra no le encajaba nada. Yo me daba una vuelta de vez en cuando y les preguntaba si estaba todo bien, porque veía los ojos de frustración de una y la cara de felicidad, como en un comercial de champú, de la otra. De pronto salieron las dos de las cabinas, de manera casi coreográfica, con el mismo vestido, era de color azul cielo, con un escote infinito en la espalda y el frente super ajustado. La pieza estaba diseñada para el cuerpo de una pluricampeona olímpica, era una versión en tela de una placa de rayos en x, a contraluz se veía si habías consumido grasa animal en los últimos seis meses, se podrán imaginar que aquello no lo aguantaba cualquier corazón. Con la rapidez de un pistolero del oeste, le dijo la una a la otra -no te queda mal, pero a ti te pegan mas los colores calientes-. Caliente estaba ya la cazuela del infierno, llena de aceite, donde ella iba caer por envidiosa. La muchacha se veía de infarto, pero un metro y medio de tela estaba abriendo un cráter volcánico en la amistad de ellas. Eso yo lo no podía permitir, ante todo, porque estaba convencida que las dos eran bellas en sus anatomías y porque la experiencia me dice que algún día todos somos los mas lindos de la película, si no es con quince, lo serás con cuarenta. La belleza como casi todo en la vida, cae en el saco de la teoría de Eistein, es relativa en el tiempo, el lugar, y el ojo que la ve, en fin, relativa, relativisíma.

Como yo no estaba muy lejos del área minada y tenía un par de pasos para reaccionar, arranqué de una de las percha un vestido que ya venía mirando como plan alternativo para la chica entristecida. -Maravillosa- le dije. -Ese vestido te viene como un guante. Ese diseño es perfecto para resaltar tus curvas, principalmente para llamar la atención en la zona trasera, tú sabes, para nosotras que tenemos el frente descubierto- y le guiñé un ojo. Por un lado le confirmaba a la muchacha lo que ella veía, estaba radiante y por el otro, le echaba un poco de tierra arriba, para controlar su ego y elevar la autoestima de su acompañante. Me incluí en el saco porque no quería que las furias del momento fueran hacia mí, pura estrategia de supervivencia.  No dejé ni que reaccionaran, me viré hacia la otra y le disparé, -en cambio para ti que tienes un busto precioso y para resaltar la sensual línea de tu cuello, tengo este vestido que a lo mejor te guste- se lo puse en las manos, casi la empuje al interior de la cabina y como si fuera un marido celoso cuidando un baño en una fiesta popular, esperé para ver el resultado. Ni ella misma lo creía, sus ojos brillaban y sus mejillas se tornaron rosas ante el espejo. Ahora estaban las dos radiantes en el punto medio. Yo feliz, tenía a dos clientes sin arañazos en la cara y había vendido dos vestidos. Cuando llegaron a la caja, no me miraban a los ojos. Yo les hablaba como un papagayo y ellas evadían el contacto visual. Por un momento entendí que haber usado maravillosa, busto precioso y la sensual línea de tu cuello, había sido un poquito mucho para ellas. Salí de mi cuerpo y pensé que si en vez de haber sido una mujer hubiera sido un hombre, y me lo hubiera dicho a mí, no sé como hubiera reaccionado. Pero la palabra como la piedra, una vez lanzada no tiene vuelta atrás y pierdes todo control sobre ella, ya lo dicho, dicho estaba. Para salvar la situación les conté de mi pareja y de nuestros planes de construcción. Mi exceso de heterosexualidad y desfachatez las calmó y se podía notar como a cada segundo sus rostros se relajaban. Al regresar a casa le advertí a mi novio que sería usado una y otra vez en mis conversaciones, para que la gente supiera que mi modo de elogiar y mi decisión de resaltar la belleza sin filtros, no tienen ninguna relación con el deseo carnal. Yo quiero un mundo lleno de piropos y sandungueo, y la culpa de eso la tienen solamente las neuronas espejo y mi estirpe familiar.