ni una menos
Poco faltaba para que me diera el sirimbeque. No habían pasado ni diez horas del ocho de marzo y estaba escuchando como una mujer echaba por tierra nuestra lucha de cuatro cientos años. Si yo estaba verde de la rabia no me imagino el tembleque que tendrían en sus lechos de muerte Sor Juana Inés de la Cruz, Betty Friedan y todas las sufragistas de París.
La cosa es que entro de repente en la cabina y veo a un niño maravilloso con unas perchas en la mano. El había recorrido el negocio y le traía a su madre un conjunto que le había gustado para que ella se probara. A mí se me salía la baba de la ternura, pero la señora prefirió tirar casi todo al suelo, darle su teléfono móvil para que se entretuviera, mientras calmaba su frustración y el aburrimiento. De tal modo rechazó la propuesta del niño y al notar mi presencia, con algo de vergüenza por la descortesía, me dijo que ella recogería la ropa, que se disculpaba por el caos que habían provocado, porque realmente aquello no era cosas de hombrecitos. Mi peor defecto es lo rápido que tantas veces me reacciona la lengua, sin pensarlo dos veces le dije „¿De veras lo crees? Por suerte las madres de Oscar de la Renta y Amancio Ortega tenían otro criterio“. Suerte tenía también ella por ser mi clienta y no una mas en la cola del mercado, porque lo que le iba a caer era un veinte de mayo.
Yo tengo definitivamente mucho tiempo libre para invertirlo en la investigación y en darle vueltas a la croqueta. Pero esto era mucho, les cuento que desde que salí del trabajo anoche no paro de pensar en que significa „cosas de mujeres“ y „cosas de hombres“. Mi metodología para llegar a las conclusiones es muy poco complicada, quince minutos en el tren revolcando la información que tengo entre el hipocampo y los ganglios basales, una entrevista con alguien del género opuesto para escuchar la contraparte, como diría el guajiro, o séase conversar del tema con mi pareja mientras degustamos del vino y la cena, y por último pero no menos importante, mi tío Google. Como se puede notar estos estudios no son muy serios que digamos y por supuesto no tienen ninguna base científica, pero así es el cimiento de mi palabrería, eso si… igual que los frijoles de mi madre están lleno de emociones, buenas intenciones y ancestralidad.
Las „cosas de hombres“ y las „cosas de mujeres“ en un principio, les hablo de la era primitiva, era simplemente parte de la distribución de las actividades en dependencia de las condiciones naturales de cada uno. En los dibujos prehistóricos no se ve a ningún viejito persiguiendo a un mamut, ni ningún hombre joven lleno de músculos preparando una caldosa. Aquello era mas o menos „tú puedes mejor, tú lo haces“. Pero claro la historia se complicó, es que los vagos han existido de toda la vida. La caza era una actividad que se terminaba con la caída del sol, depende la temporada, cuatro o cinco de la tarde, estabas al aire libre y se suspendía por lluvia. En cambio la cueva producía trabajo las veinticuatro horas, cuando pensabas que se terminaba llegaba el amanecer y a revolverlo todo de nuevo. Así según yo, empezó todo. El cavernícola de la montaña de al lado, envidioso y avaro, ya había sometido a cuanto dinosaurio se paseaba por su territorio y el poder, como sabe todo el mundo, es la droga más adictiva que existe. Así que mientras planeaba dar un golpe de estado a sus vecinos, los buenos, entrenaba sus aptitudes de controlador y victorioso con Teté, una de las mujeres de su cueva. El decidía qué era lo que haría ella, cómo y cuándo. Pasaron los milenios y durante ese tiempo el señor Cromagnin fue perfeccionando su técnica. No iba a estar toda la eternidad halando por los pelos a Teté para llevarla a su cama y que cumpliera sus órdenes, porque de mujeres habemos un mundo, con pelo corto, largo, trenzas, drelos, mas grandes y pesadas que Cromagnin. Así que él, que se había preocupado por extender su poderío y que había convertido el almacenar en el caldo de cultivo de su inventada civilización, se dio a la tarea, a veces mas glamurosas que otras, de colonizar física y psicológicamente a todas las Teresitas del mundo, al punto que fueran ellas las criadoras de los mas crueles Cromagnones, personajes que se reproducen mas rápido que los conejos y que usan sofisticadas artillerías, que aprenden las técnicas de dominio a través de la repetición. Serían ellas las que enseñaran desde la cuna, que los hombres no lloran, las mujeres hacen todo lo que ellos quieren y la sopa no se come con cuchara.
Hoy en día en algunos lugares del mundo las mujeres hemos encontrado nuestra identidad y podemos medianamente decirnos libres. Tenemos otros nombres y golpeamos cada día el muro que divide el universo donde ser fémina significa ser la clase más baja de la humanidad y el universo donde podemos decidir incluso si emprender un proyecto de vida al lado de otra mujer o de un hombre incluso si queremos estudiar física cuántica o viajar a la luna.
Yo la verdad conozco pocas cosas de mujeres, me resaltan a la memoria por ejemplo la menstruación, la ovulación y la lactancia. También conozco pocas cosas de hombres, como la inflamación de la próstata o la balinitis. Son tan pocas las diferencias, que casi da pena que tengamos que defenderlas. Ser mujer no debería ser mas ni menos complicado que ser hombre, porque a mas de una conozco yo con mas músculos en el abdomen que muchos de mi barrio y con mas conocimientos de mecánica también. De más de una he escuchado que tiene un cañón violento o que imita las artes intimidatorias de los mas machos. Pero las personas, todas, debemos cooperar porque existan menos criadoras de Crogmanones, violentos y rotos, que solo ven diferencias alrededor de si. Nosotras las personas podemos y debemos criar una nueva generación donde las individualidades no se sientan excluidas, donde pensar, amar y respetar sea un deber, donde una vagina o un pene no decidan tu futuro. No demos espacio al avaro de la montaña de al lado, incluso a él amémoslo. Cortemos las cadenas del miedo, ni una menos.