Illusión divino tesoro
Si quieres ocultar algo ponlo delante de los ojos de los demás. Cuando digo delante, digo a tres milímetros de su cara. Sería más o menos como intentar leer con el libro pegado a la nariz, absolutamente imposible. No pretendo proponer soluciones para infieles o timadores, pues mi intención no es llamar al desorden ni el desatino, mas bien dar una solución a todas aquellas personas que cubriendo sus zonas de conflicto creen que las eliminan a la vista ajena. La técnica del pulover apretado que tapa la pancita, el vestido inmenso que cubre las no protuberancias, el cuello alto para esconder los pechos inmensos, en vez de disimular, lo que que están es gritando a voces, mira pa acá que por aquí estoy yo. No digo que el ombligo afuera sea la solución de tu vida si cuando te miras al espejo no te sientes la Marlene Dietrich de tu barrio, porque si es así, amiga mía, saque su ombligo, adórnelo con un juego de piercing de brillantina y aquí paz y en el cielo gloria. Pero todas tenemos algo que podríamos dar en herencia a la suegra del vecino. En ese caso yo propongo que calculemos la luz a la que estaremos expuestas, la multiplicamos por la distancia entre espectadores, objetivo y la zona que queremos agazapar, lo dividimos por el largo de la lengua de quien nos critica y ese resultado lo escribimos en una hoja de papel de cero coma cinco gramos, hacemos con el una figura de origami y le damos candela. En ese tiempo ponemos la música que nos gusta, si tomas café, pues te haces uno y olvidas los ocho pasos anteriores.
Las zonas de conflicto no están ni en tus brazos engrosados, ni en tu vientre que ha producido vida o disfrutado de pan con lechón, no importa. Las zonas de conflicto son lugares donde gente muere por razones tan absurdas como incontables, donde las noches son el terreno de acción de los depredadores y donde lo menos importante es el cuerpo, principalmente si eres mujer.
Solo piensa en colores. Distribuir los volúmenes y jugar con las figuras ayuda a crear la ilusión de la tan buscada figura del reloj de arena. La famosa cintura de abisma por la que mujeres caminan al quirófano en filas de conga santiaguera en todo el mundo se puede lograr con una pequeña línea que separe el torso de las extremidades. No te parecerás a Jennifer Lopez en el super Bowl del dos mil veinte pero no es necesario, porque el objetivo es que seas tú quien se sienta muñeca. Eso si, no haces nada con seguir el consejo de segundos si no te miras ante el espejo y haces las paces con lo que ves.
Yo cumplo hoy cuarenta y cinco años. Algunos inconscientemente me proponen esconder mi edad, pero yo sigo la misma técnica que con la ropa. En vez de eliminar las señas del calendario les voy dando la vuelta para amigarme con ellas. Tengo tantas historias y experiencias que no son posible vivir en veinte cinco marzos, así que las cuento con un toque de humor para justificar la sonrisa y así nadie nota lo profundo de las marcas de expresión de mi boca y la frente, porque el tiempo pasa por todos y los filtros alisan solo en la web. Miro a los ojos a todos los que me tropiezo y eso evita que calculen cuantas venas tengo en las manos, pies y cuello. Creo que todas tenemos muchos modos de enmascarar nuestros complejos, pero ocultándolos a nosotros mismos no se eliminan. Los estrategas militares aprenden de modo profesional métodos de distracción para evadir al enemigo o librar batallas, nosotros deberíamos hacer lo mismo.
El tema viene a colación porque ayer tuve una clienta que por primera vez se ponía un pantalón holgado y un top ajustado, se miraba y reía nerviosa porque nunca lo hubiera probado. Hasta entonces había siempre hecho lo contrario porque quería hacer notar lo deportivo de sus piernas y eliminar ante sus ojos las historia de una maternidad y tantas noches de artera. Recordé mis cicatrices, los kilos de mas, los cuarenta y cinco años y pensé en lo que había sucedido cuando estábamos solos mis demonios y yo. Como ocultar dos divorcios, la vida con un alcoholico, la emigración y sus estragos. No es posible pintar de rosa todo, así que en su momento decidí escribir y hablar de ello pero desde otra perspectiva, color y nuevas formas, para mi la herramienta fue humor. Pasó que de pronto mi edad, los errores, mis diversas teorías convirtieron este paseo por la década de los noventa y el nuevo siglo en mar de conocimiento, y no hay nada que no sea maravilloso o de lo que no haya aprendido.
En fin, que no hay nada tangible o intangible que nos defina que no sea digno de ser apreciado y protegido. Recuerdo una frase de Carilda Oliver Labra „…amo esta pequeña parte tuya“ y pienso que así de a poco, a lo mejor, como la brisa que se cuela debajo de un mosquitero, llegaremos a amar también, esa pequeña parte nuestra que por momentos nos aleja de lo que soñamos ser.