La Cabina Roja

View Original

Con filtro

Tantas veces usamos frases que se oyen muy inteligentes y profundas, pero de las que entendemos bien poco o no nos interesa llevar a cabalidad. Por el ejemplo „Lo mas importante es la comunicación“ ¿Cuántas veces no ha sido ella la razón crucial de todos nuestros males?

La aptitud mas evidente de un vendedor es su capacidad de comunicar, uno de sus pilares lo ponemos siempre sobre la sinceridad, porque si engañas a tu clientela, ella tendrá miles de formas de confirmar que eres un embustero y que tu objetivo era solo la venta de un producto y no su necesidad. Esa es una de las razones por la que tantos nuevos negocios que venden la última versión china del grial, pierden sus seguidores en un santiamén. Pero si eres sincero del todo, corres el mismo riesgo de perderla, porque la sinceridad dura y cruda no es fácil de cachear. Para eso se usan los filtros, no las pruebas objetivas y tangibles, sino filtros como la cortesía, el respeto a la individualidad y el criterio de cada cual. Que fácil parece, pero no lo es, por eso existen cursos de capacitación de comunicación, técnicas de ventas, todo un universo intelectual que la mitad de los mortales no conocemos. Así que tantas veces es con la intuición, el desatino de emociones y el buen sentido de supervivencia con lo que tiramos pa’alante toda la vida.

Hoy ha sido uno de esos días en que cada encuentro era más interesante que el otro. Mi buenos días, fue una señora que me preguntó cuánto yo creía que le duraría un pantalón. En este caso la sinceridad cruda la tenía que dejar a un lado, solo podía hablarle de la relación calidad-precio y concentrarme en poner luz sobre la funcionalidad y el glamour. Se imaginan si le sacara cuentas del costo de producción, transporte, el porcentaje con que se pagaría mi salario, la luz y la renta dividido por los diecinueve noventa que ella pagaría y ese resultado lo convirtiera en tiempo, pues tras un cálculo como ese, el pantalón le debería durar un aproximado de treinta y cinco minutos con cuarenta y tres segundos. Esa respuesta pondría; uno en discusión la inteligencia de la clienta; dos mi ética profesional y tres, y mas importante, la capacidad de empatizar con alguien que quiere comprarse un dichoso pantalón para darse un momento de felicidad, pero se está buscando una excusa para no hacerlo. En ese caso, y aquí viene lo interesante, como una iluminación llegan siempre mis metáforas. La respuesta fue muy simple -Bueno… el tiempo es relativo, yo creo que lo debes tener claro es para que lo quieres, porque por ejemplo, para correr un maratón en el Himalaya, no te lo aconsejo, no te va a durar ni el primer kilómetro. Para dar un paseo cerca del salar de Uyuni, algo que haces una vez en la vida, él va a aguantar y te hará quedar de lo más bien. Pero para ir de copas una noche con tus amigas y combinarlo con un par de tacones de trece centímetros, eso sí que es un escándalo y vale la pena. Es mas o menos como el amor. Hay unos que tú sabes van a aguantar, conflictos bélicos, arrugas y pandemia, y hay otros que nunca olvidarás de aquella botella a la playa una tarde de agosto.- Definitivamente aunque siempre salen a relucir, no son las metáforas mis mejores aliadas. La mujer sonrío y de sampán me objetó -Hay hija, pandemia y guerras? Esos amores ya no existen, yo llevo treinta de casada y no me he quedado viuda durante esta pandemia, porque nadie me va a creer que mi marido murió del covid, envenenado con una hamburguesa- Debo aclarar que estoy en contra del homicidio, pero amo el sarcasmo y el humor negro, así que de pronto dejé de hablar del pantalón y entre risas empecé a destripar la institución del matrimonio.- Ay como puedes decir eso, vas a caer presa por un poquito de confinamiento, para eso están los divorcios, firma, camina y te pego- Su cara cambió, la que antes quería matar al marido ahora estaba a favor del „unidos para siempre“, „hasta que la muerte nos separe“, aunque antes quería asesinar al marido y quien sabe las intenciones de su cónyuge para con ella. Y seguí descontrolada y loma abajo -Yo no, yo amo los matrimonio, me he casado cuatro veces, adoro las fiestas, los encuentros, el optimismo, los deseos de mover el mundo con un dedo junto a alguien que te encante y que además sea sexy. Para mí es como cuando llega la nueva temporada a la tienda y abro las cajas como si fuera mi cumpleaños y todos fueran mis regalos. Pero de ahí a apoyar la idea de „en pobreza y la riqueza, la enfermedad y la salud“ como mecanismo de manipulación para hacer funcionar lo que ya no funciona, no, a eso me opongo. Ya los tiempos de asegurar las propiedades y los reinados, los contratos económicos y de acallar las malas lenguas con un matrimonio, pasó. El pantalón te lo compras y cuando te deje de gustar, regresa que yo tengo mas.- Ella quedó frita con la analogía, me dijo - Es que no es tan fácil, a lo mejor para ti.-y el amargo tono de su voz le dio pie a mi filtro. El filtro de la irresponsable que nada se lo toma en serio.- Pero a mí no me escuches, yo estoy mal, mi problema es que me encanta firmar y lo mismo firmo un divorcio que una donación de órganos- La risa liberadora hizo que la mujer se comprara el pantalón, que yo me pusiera el traje de entretenedora de leones y domadora de tormentas, que ella siguiera disfrutando de su día de compras como posiblemente disfrutó de un beso de verano, y que las dos siguiéramos con nuestras vidas. Aquel no era ni el momento ni es espacio para decirle a esa mujer que la había estafado una sociedad entera, haciéndole creer que su vida sería el eterno beso de la Cenicienta. En cambio la vida está llena de instantes, que nada dura para siempre, ni las olas, y que nuestra misión es resguardarnos la risa, crearnos bellos momentos y que las instituciones están muy bien mientras funcionen. Así que filtrada mi verdad y vendido mi pantalón, me arreglé el moño que para entonces tenía de medio lado y me volví a pasar otro filtro, esta vez el de la vendedora feliz que cuida su apariencia y con ella toda su alma.